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opinión pd / OPINIÓN

El Valencia no habla

28/01/2021 - 

VALÈNCIA. De la desfeta en Sevilla, ayer un escenario rentable, lo natural es que nadie del Valencia hable. Porque el Valencia no habla. Y dices, pues casi mejor. Pero qué singular, qué maravilla, qué exotismo, un club -supuestamente una corporación repleta de enterpreneurs- que no tiene portavoces, ni voces, ni tan siquiera un hilillo vocal que de tanto en tanto diga: hola, soy el Valencia, vamos a hablar. El Valencia no habla. Ya ni tan siquiera disimula poniendo a bustos. Añoranza de consejos de administración con teléfonos abiertos tras los floreros, con barrachinas y bruixolas haciendo balance al acabar. Qué adorable era el siglo XX. 

Podría, como sucedió en otras fases, atribuirse al entrenador la tarea de vocero institucional (lo fue Marcelino durante algunos pasajes de esa lejana existencia), pero ni eso. Javi Gracia ha adquirido una capacidad mágica para estar en el club sin ser el club, como si el Valencia hubiera externalizado los servicios de entrenador y se acometieran desde una habitación remota. Javi Gracia habla, a pesar del club. Total, qué mas da.

En esta nueva fase de relaciones estrenadas entre equipos y audiencias, en la que se confunde el entretenimiento con el periodismo y se hace pasar por información el salseo gamer, el politburó de Singapur se muestra -otra vez- pionero sinigual. Un club sin cuerdas vocales. Sin caras. Sin declaraciones. Muditos los quiere el Señor. Qué demonios, tienen razón: para qué van a hablar si todo está clarísimo.

Podría entenderse ese ausentismo como una debilidad. La típica inseguridad de las empresas ante una crisis reputacional. No es tampoco el caso. La posición que ha tomado la propiedad del VCF no tiene aspecto de ser casual ni un repliegue para evitar malos mayores. No es un movimiento táctico, sino pura estrategia. Digo yo. El club proyecta esto porque quiere ser esto: una entidad disminuida, sin presencia, menor aunque no humilde, más herramienta que plataforma. El entorno perfecto para que normalicemos las escasas expectativas del proyecto. Una finalidad precisa: el modo avión, el club en mute, como la evolución real. 

Recuerdo cuando en la última etapa de Manuel Llorente -para sus adoradores un tipo con luces; para el resto, un tipo que las apagaba-, digo que recuerdo cuando con Llorente era frecuente la advertencia sabionda sobre la deportivización del Valencia. Convertirnos en un Deportivo a la mediterránea, devaluando la plantilla, homologando un equipo de bajo coste. Claro, cómo íbamos a imaginar que unos cuantos años después no iba a ser solo la plantilla, sino que la institución entera quedaría a oscuras.

Nadie habla porque de nada hay que hablar. El Valencia -para quien lo posee- es solo un bien económico al que asearle los balances. No hay nada que escuchar. 




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