La Real Sociedad donde el Valencia

VALÈNCIA. Si comenzamos a querer ser la Real Sociedad, directamente nos apeamos. No por ellos (un club ejemplar en unas cuantas cosas), sino por el Valencia, con un peso específico tan sólido como para no querer parecerse a otros. Cuando escuchamos, como sirenas, que el Valencia debía ser como el Borussia Dortmund (powerpoints incluidos), debimos caernos de la silla. Al Valencia le irá mejor cuanto más se parezca a sí mismo, a sus propias condiciones y a sus mejores momentos. 

Eso no quita para que el progreso estable de la Real Sociedad marque un comportamiento de referencia para la gestión de clubes modernos. De manera machacona he comentado por aquí que en esta nueva fase industrial del fútbol (la más cambiante y decisiva de su historia) hay un buen puñado de clubes que se han quedado sin subirse al vagón del futuro del fútbol: suelen ser entidades normalmente ligadas a sus territorios y a sistemas locales endogámicos que han colapsado y se han deslocalizado. El Valencia está en ese cajón. 

En cambio, entre los que sí se subieron al vagón, encontramos dos categorías: a este lado, los clubes multinacionales, dopados económicamente por sus propietarios o inmersos por pedigrí en dinámicas mundiales; al otro, clubes discretos que han basado su estrategia en el conocimiento, el ingenio y la planificación. Por poner un cuño a sus billetes: los clubes alfa y los clubes smart. 

La Real Sociedad es uno de esos clubes smart que ha basado su inteligencia en la gestión del tiempo (mantener un modelo continuado), la soberanía de sus propias decisiones (hacer apuestas pensando en sus propios intereses y no como resultado de un sistema orbital de beneficios entrecruzados), la nitidez de su propuesta (vende futuro, por tanto puede hacer promesas solventes a sus mejores integrantes y retenerlos más tiempo).

Lejos de idealizar -ser smart también supone ser frágil- si el Valencia quisiera tener un porvenir acorde con su propia jerarquía en el sistema, debería comenzar por ahí.