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opinión

Patos en primavera

9/11/2018 - 

VALÈNCIA. Hay épocas en la vida en que, sin que aciertes a descubrir la razón, todo sale mal. Suelen suceder después de periodos de felicidad, como si el azar te quisiera recordar que la vida es un camino de rosas y espinas, no una alfombra roja sobre la que desfilar como si estuvieras en un evento cinematográfico de primer nivel. Las desgracias se acumulan sin cesar, desde que te abandone tu pareja por alguien más joven (o más guapo) que tú hasta que te echen del trabajo, y, por mucho que las combatas, no puedes con ellas. Y te sientes como Bess, el personaje que interpreta Emily Watson en 'Rompiendo las olas', a quien, a cada solución existencial que proponía, le surgía un nuevo problema vital. Esa sucesión de máximas penas no tiene demasiado remedio; solo se sale de ese infernal bucle confiando en que un día las cosas cambiarán y que ya no serás más Emily Watson, sino Audrey Tatou en 'Amélie'.

Al Valencia le ocurre esta temporada algo parecido. Llamémoslo karma, o como queramos, pero la fortuna que le sonrió la pasada campaña le ha dado la espalda. Todos esos partidos que ganó pese a jugar peor que su oponente, todos esos disparos que daban en el poste y entraban, todos esos rebotes que le favorecían, se han convertido en encuentros perdidos cuando acumulas más méritos, chuts que el poste escupe hacia el campo de juego y rechaces que acaban en los pies del contrario. 

El miércoles ejemplificó la gran metáfora de este Valencia en fase negativa. Ganó al Young Boys un partido áspero, de esos en los que te juegas la pierna en cada entrada del rival mientras el árbitro mira hacia Transilvania, cambió en cierto sentido su dinámica ceniza cara a puerta con tres goles en cinco disparos a puerta y recobró parte de la confianza que parecía perdida con su primer triunfo en esta andadura en la Liga de Campeones y con su primera victoria como local en esta temporada. Demasiadas primeras veces para estar casi a mediados de noviembre.

Unas horas después, cuando el valencianismo cenaba satisfecho por haber visto ganar a su equipo y miraba de reojo el encuentro entre la Juventus y el Manchester United para certificar que las opciones de su equipo permanecían intactas para clasificarse para octavos de final del torneo, celebró el gol de Cristiano Ronaldo (ay, ironías de la vida), maldijo el lanzamiento de falta de Juanín Mata y se quedó con cara de gilipollas cuando la 'vecchia signora' encajó el gol más estúpido de la jornada europea en el tiempo de descuento. Las alegrías, cuando te encuentras sumido en esa espiral de desgracias con las que a veces te penaliza la vida, duran tan poco como los malos amigos cuando tienes problemas.

Para escapar de ese destino maléfico, se puede ser fiel a lo que uno piensa que es correcto o se pueden cambiar algunas cosas. Marcelino ha optado por la primera premisa, seguir confiando en su estilo de juego, en los futbolistas que representan a su guardia pretoriana y en la forma de jugar que tantas alegrías dio la temporada anterior. La experiencia dice que las cosas acabarán cambiando, que los balones que daban en el palo volverán a entrar y el azar lanzará de nuevo los dados con fortuna. Que volverá Amélie y no se quedará con nosotros la pobre Bess.

Holden Caulfield, el protagonista de 'El guardián entre el centeno', se pregunta constantemente, a lo largo del relato de Salinger, a dónde van los patos en invierno, como una metáfora de la resurrección. El Valencia, de momento, ha optado por pensar que los patos regresarán en primavera.

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