VALÈNCIA. El Llevant echó al trasta la opción de salvarse ante un rival que estaba contra las cuerdas en el minuto 88’, cuando Pier y Miramón dejaron a Joselu rematar a sus anchas un balón colgado desde el córner por Deyverson. La falta lateral en que se inició el peligro, del todo innecesaria, la había provocado Son. El 1-0 ya había tenido los mismos protagonistas: Miramón (y De Frutos) permitió centrar cómodamente a Rioja y Pons fusiló a Cárdenas en el punto de penalti, tras la generosa asistencia de Pier. El otro día hablábamos de la disciplina asimétrica: por la mitad de errores de Miramón, Son sería condenado a galeras. Luego salió el sevillano y no estuvo acertado. Cierto. Regaló dos faltas innecesarias a un conjunto babazorro que no tenía fuelle más que para el balón parado. Pero es que no sabemos cómo funcionaría de lateral, con continuidad y confianza, que es como hay que valorar a un futbolista. Miramón ya sabemos que, a pesar de su predisposición y profesionalidad, la Primera le viene grande. De Coke ni hablamos. A Son no se le ha dado la oportunidad de demostrarlo.
El Alavés no es que fuese un huracán, pero nadie hace ascos a facilidades defensivas tan grotescas.
El Llevant pudo matar el partido, tras los dos golazos de Morales. Dejó vivo al Alavés, un equipo que con el mazazo del 1-2 quedó hundido, pero que se animó conforme veía a los granotes especular con el resultado. La segunda mitad era el momento para hincar el diente, desde el minuto uno, antes de que llegaran los calambres; el Llevant, sin embargo, se conformó con mirar al rival en la distancia, que no parecía capaz de crear peligro cerca de Cárdenas.
Debió servirle de advertencia el error flagrante de Joselu en el 62’. Lucas Pérez sacó una falta que se inventó Del Cerro –encadenamos los árbitros más nefastos de Primera–, golpeó en la cara de Pier y el balón quedó muerto entre la barrera y Cárdenas. Joselu la lanzó a las nubes, solo. El Llevant no sabe defender resultados a base de apilar leña delante del portero. Entre hacerlo y lanzarse al ataque a lo loco hay una sustancial diferencia. López optó por la leña. O sencillamente el equipo se dejó ir, creyéndose intocable.
Para entonces el míster había acertado al sentar a Morales que, tras sus dos pepinazos y su reconciliación con el escudo, no era el más idóneo para el fútbol de zapa. El equipo, sin embargo, estaba cojo: Gómez y Melero acusaban el esfuerzo y pedían oxígeno a gritos. No les llegó el cambio hasta el 82’. No eran los únicos al límite y el calor no es excusa (cinco cambios, parada de refresco). No lo fue para los vascos, que corrieron como posesos hasta el pitido final. Los únicos que parecían seguir enteros, de los del once titular parecían, además de Cárdenas, Clerc y De Frutos, que aún la tuvo, en el 96’, tras un centro de Son. Antes Bardhi había tenido el 1-3, solo ante Pacheco, pero se durmió y le robaron la cartera. El resto, siguió sin refresco hasta el 82’, con lo cual sufrió y fue cediendo terreno a los vitorianos. El mal estado físico del equipo no parece ni medio normal. Durante todo el curso ha sido un factor que ha estado presente; ahora es un clamor.
Es difícil poner en valor jugadas como las orquestadas en los dos goles granota, con una exhibición de calidad individual y combinativa –De Frutos, Gómez, Cantero, Morales…– cuando el equipo, como si viviéramos en el día de la marmota, sigue sangrando por la misma herida de siempre.
Alavés 2-2 Llevant UD
UNO A UNO: Cárdenas (6); Miramón (3), Pier (3), Postigo (5) (Vezo (6) 55’), Clerc (6); Malsa (6), Melero (6) (Duarte (5) 82’), De Frutos (7), Morales (7) (Bardhi (4) 55’), Cantero (7) (Son (4) 72’), Gómez (7) (Doukoure (6) 82’).
—Paco López (5).
GOLES: 1-0 Pons 30’; 1-1 Morales 36’; 1-2 Morales 42’; 2-2 Joselu 88’.