Esperpento grotesco

VALÈNCIA. Cuesta digerir partidos como el Llevant-Huesca. Son de los que te joden la cena. De los que se te enganchan en los intestinos durante días, dejándote un regusto ácido. Cuesta encajar que este equipo sea capaz de instalar a su hinchada en una montaña rusa permanente. Cuesta aceptar que nos equivocamos (¡otra vez!) cuando defendimos, negro sobre blanco, que estos jugadores tienen más fútbol del que parece. O tal vez sea cierto. Pero, parafraseando aquel anuncio de Pirelli –“la potencia sin control no sirve de nada”–, el talento sin actitud sirve de poco. Desde luego no para sumar puntos, que es lo que pone a los equipos, a sus futbolistas, a los entrenadores y a los dirigentes en órbita, en este deporte.

La verdad es que la actitud lo es todo en el fútbol. Dicen que la diferencia la marcan los millones, pero no es del todo cierto. Sin actitud, no hay éxito. Y probablemente es lo más difícil de conseguir. De forma regular. La actitud convierte un buen equipo en un once ganador. Así de claro.

Nadie niega el mérito de que esta cuadrilla venza al Madrid o al Atlético a domicilio, que se acostumbre a ganar al Barça en Orriols, que sonroje al Valencia o que pase a semifinales de Copa tras eliminar al Vila-real. Pero… ¿por qué quién es capaz de todo ello no se pone el mono de trabajo para sumar antes rivales inferiores? ¿Quién es el culpable de que eso sea así? Es difícil de decir. No hay un solo motivo, ni un solo culpable.

Un tercio del once inicial no tuvo la actitud adecuada. Y contagió al resto. O los dejó cojos, que es lo mismo. Si juegas con siete contra un rival orgulloso que quiere aferrarse a Primera ya puedes hacer milagros.

Luego están las manías de los entrenadores. Y sus tozuderías. Todos las tienen. A Paco López le gusta, de vez en cuando, jugar con un sistema que no le funciona y que, además, es contraproducente: si a esta defensa ya le cuesta cumplir, estar intensa y concentrada, lo peor que puedes hacer es marearla, con cambios de disposición. Durante gran parte del encuentro nadie sabía quien debía frenar al rival por la izquierda. ¿Pier? ¿Clerc? ¿Los dos? ¿Ninguno? ¿Y por la derecha? ¿Y de quién es Mir? ¿De Son? ¿Y entonces a quién marcan Duarte y Vezo? El desbarajuste fue de a chavo.

En la actitud, en todo caso, también tiene que ver la expectativa del entorno, del club. Si, con el trabajo a medio hacer, sólo recibes palmadas, elogios, parabienes y mojigangas, te dejas ir, de forma inevitable. Si ellos lo dan por bueno, ¿tú qué haces? ¿Morir por el escudo? ¿Historia? Lo lógico es que caigas en la indolencia. Que lo hagan al menos los que tienen más acusada su inclinación a ella.

A unos cuántos les faltó actitud. Otros se equivocaron, como Paco López. ¿A qué vino, tras una primera mitad esperpéntica, no modificar absolutamente nada? Era obvio, para cualquier espectador objetivo, en el 50’, que el Huesca anotaría el segundo. ¿Qué pretendía López? ¿Remontar sin reacción, sin corregir, sin cambiar de actitud?

El entrenador y el presidente son los capitanes de esta nave. Tras la victoria en el Metropolitano, el Llevant tenía 31 puntos, estaba a cinco del Betis (6º) y diez por delante del descenso, con 42 puntos por disputarse. Era el momento de reajustar objetivos; no de repartir laureles. Se ha perdido un tiempo precioso. Cinco partidos más tarde tenemos cuatro puntos más, Europa está inalcanzable y el descenso sigue a diez. López y Quico deben asumir su responsabilidad por lo sucedido y mirar adelante. Y sobre todo dar un puñetazo en la mesa, porque el equipo que sonrojó a su afición ante el Huesca (y en Anoeta) no se va a salvar con 35 puntos. Y jugando así no será fácil ganar ni uno solo de los partidos que restan por disputar. Ojito.

Llevant UD 0-2 Huesca

 UNO A UNO: Aitor (sc); Son (5) (Gómez (6) 58’), Vezo (3), Duarte (4) (Malsa (4) 70’), Pier (2), Clerc (6); De Frutos (6), Radoja (5) (Doukouré (sc) 79’), Rochina (2), Morales (4) (Bardhi (7) 70’); Roger (6) (León (sc) 78’).

—Paco López (3).

 GOLES: 0-1 Mir 14’; 0-2 Mir 54’.