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Pepelu como síntoma

20/08/2021 - 

VALÈNCIA. Tras la perplejidad de los primeros meses de la pandemia –cuando el mundo se detuvo y mirábamos a nuestro alrededor, buscando luz sobre lo que ocurría–algunos entendimos que la afectación del virus sobre el fútbol podía ser demoledora. Sin gargantas ni banderas vimos un balompié sin nervio, apático. Venía agudizándose ya un proceso de mercantilización que pretendía sustituir al hincha por el cliente, desatendiendo la faceta emocional de este deporte. Este proceso venía instalando una considerable desilusión en las gradas que, al vaciarse, debieron hacer comprender a los mandamases que sin afición el fútbol es un cadáver.

Para recuperar el terreno debería primar la humildad con el objetivo prioritario de reilusionar al aficionado. Sin embargo apenas vemos soberbia y un ánimo inequívoco de exprimir la gallina, más allá de todos sus huevos. En Tebas y en Rubiales, pero también en los clubes, en todos sus escalafones. Quizá no han entendido nada, no han aprendido la lección de las gradas vacías, un inesperado regalo del destino para que cambiaran de rumbo.

El domingo llega el Madrid a Orriols para reinaugurar un estadio espectacular, después de año y medio vacío. Y el levantinismo está hundido en la desafección, sin que nadie parezca preguntarse el porqué. Las culpas por aquí, ya se sabe, siempre son del otro.

El final del curso pasado fue demoledor conuna actitud infame del equipo que apagó, día a día, la emoción desbordada del gol de Roger al Vila-real en Copa. La sensación es que tanto club como cuerpo técnico dieron por buena la mogiganga posterior y esquivaron, por enésima vez, la autocrítica que permitiera entender qué marcha mal y cómo corregirlo.

Lejos de ello, se abordó la nueva temporada sin redefinir una filosofía deportiva que deje de premiar la indolencia y el postureo en la plantilla y construya una base más sólidapara proyectar el Llevant del futuro desde la premisa de la sintonía con la hinchada.

En medio de todo esto, el caso Pepelu ha desatado la ira del levantinismo. En una plantilla sin apenas referentes, se le niega el pan y la sal a un futbolista valenciano que lleva ocho años en la casa, que ha sido internacional sub-21, con una proyección extraordinaria. Ya está orquestada la campaña para justificar su marcha: es que se quiere ir. Grotesco. Se ha cansado del desprecio permanente del club de su vida. Y el levantinismo también.Esta actitud cainita del club con la gente de la casa, que viene de antiguo y es, desgraciadamente, una seña de identidad muy arraigada, es un lastre evidente para nuestro futuro que algunos no son capaces de ver.

Pepelu simboliza el maltrato sistemático a la cantera, la prioridad permanentedel de fuera. Al final es puro provincianismo, autoodio, algo tan valenciano…

En un contexto de crisis y desapego, el Llevant tenía la oportunidad de redefinir su apuesta futbolística y empezar a contar de verdad con la cantera. Lo de Pepelu no tiene marcha atrás, ya que forma parte de una manera de actuar que no se tiene intención de corregir. Será el enésimo capítulo del desarraigo entre el grada y el palco. ¿Para qué Natzaret?, se preguntan cada vez más levantinistas.

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