VALÈNCIA. No soy quien para decirle a nadie lo que debe hacer en Mestalla, si animar o no al equipo, como tampoco espero que nadie me diga a mí lo que debo de hacer o no cada fin de semana. Tengo muy claro que en el valencianismo militante siempre ha habido, hay y habrá diversidad. Los domingos en Mestalla nos encontramos a gordos, flacos, altos, bajos, ricos, pobres, azules, rojos…. En ese pluralismo reside parte de la grandeza de esta institución. Cada uno vive, siente, disfruta o sufre el Valencia a su manera. Así ha sido durante su centenaria historia, al igual que espero que pueda continuar siendo durante otros 104 años más.
Sin embargo ahora vivimos tiempos muy difíciles. El club atraviesa por el peor momento de su dilatada trayectoria. La entidad leva ocho años secuestrada. Sometida a la tiranía casi diabólica de un propietario como Peter Lim que, al igual que Nerón, toca la lira mientras arde Roma. Es lógico que la afición esté desesperada. Porque, no contento con la desfeta deportiva, social y económica del club, al magnate singapurés y a sus secuaces no se les ha ocurrido otra cosa que utilizar esa esquizofrenia casi colectiva de gran parte de la hinchada en beneficio propio. Su objetivo es causar conflictos internos en el entorno para camuflar su mala gestión o llevarnos a la autodestrucción.
Así, como si de un Perfectus Detritus* cualquiera se tratara, Meriton ha aprovechado la proximidad de las Fallas para encender la mecha de una guerra fratricida en el valencianismo. Sus efectos ya se han ha hecho notar. Asisto perplejo a enfrentamientos en torno a temas como el de las protestas de la afición, la entrada o no al campo, la llegada del autobús del equipo, el estadio inacabado y demás cuentos chinos para no dormir. El nivel de crispación es tan grande, que han vuelto las trincheras y las barricadas a las ondas radiofónicas con cruces de acusaciones, rescatando viejas rencillas o con historias de víctimas y verdugos. La política tampoco ha estado exenta de polémica, con el meritoner Javier Solís ejerciendo de estilete ofensivo contra el edil del Ayuntamiento de València Borja Sanjuán.
Debe ser la edad. Quizás me he hecho mayor. Porque a mí todos esos rollos me la traen al pairo. Tengo muy claro el diagnóstico y la solución. Aquí, que cada uno y cada cual actúe en consecuencia. Bajo lo que dicte su conciencia. Que haga lo que le dé la real gana sin importarle lo que dirán unos y otros. Porque siempre habrá alguien que, hagas lo que hagas, te criticará. Ahora bien, nada de sermones por favor. Que nadie venga a pontificarme ni me quiera dar lecciones de nada. Ni mucho menos trate de repartir carnets de valencianismo ni bese fervoroso el escudo. Por ahí no paso. A otro perro con ese hueso.
Cada uno vive el Valencia de la manera que quiere. Insisto que no soy nadie para decirle a cada aficionado o compañero de profesión lo que debe o no debe hacer. Si está bien o si está mal. Pero tengo claro un par de cosas. La primera es que Meriton no es gente de fiar y que esta historia de buenos y malos, esta campaña de desinformación, la han orquestado ellos. Y, pese a que todos queremos que regresen ya de una p. vez a Singapur, este embrollo que han parido le beneficia a Lim más que a nadie. Y la segunda es que la labor que desarrolla Libertad VCF con gente como José Pérez, Álvaro Sendra y compañía es de diez. Esa gente es digna de mi aplauso. Ladran, luego cabalgamos…
*Personaje de “La Cizaña”, decimoquinto álbum de la serie de Astérix de René Goscinny y Albert Uderzo que se publicó en 1970.