VALÈNCIA. Paige Bueckers metió 44 puntos la otra noche. Nunca una ‘rookie’ había anotado tantos puntos en la WNBA. La base de las Dallas Wings logró este hito después de fallar solo cuatro tiros de campo -metió los cuatro triples que intentó-. En su contra, que su equipo perdió contra las Sparks. La base nacida en Edina (Minnesota) hace 23 años es la última sensación del baloncesto femenino. Bueckers ha llegado a la cúspide del baloncesto el año después de la irrupción de Caitlin Clark, la estrella que cambió los parámetros del baloncesto femenino. Una mujer que elevó el interés por la NCAA, primero, y la WNBA, después, a cotas desconocidas.
Ryan Brewer, doctor en Economía por Indiana University Columbus, calculó que el valor económico de Clark superó el primer año los 36 millones de dólares. Es solo la consecuencia de lo que se dio a conocer como ‘El efecto Caitlin Clark’. Indiana Fever disparó la venta de entradas y camisetas de su estrella, y todos sus rivales tuvieron que mudarse a canchas con mayor aforo para cubrir el interés por ver a esta gran jugadora.
Su fama elevó la de toda la WNBA y es probable que su federación no la llevara a los Juegos de París para no eclipsar a sus compañeras. Pero este efecto no acabó en 2024. Este año ha seguido a pesar de que Clark no juega desde el 15 de julio y se ha perdido 22 partidos por diferentes lesiones musculares (incluidos los 13 últimos encuentros). Lo curioso es que ella nunca se había perdido un partido en la NCAA ni en su temporada como ‘rookie’ de la gran liga.
Aún así la WNBA ha batido sus registros de popularidad y 2,43 millones de adicionados han ido a ver los partidos de esta temporada, aún sin concluir, frente a los 2,36 de 2024. Las Indiana Fever, a pesar de la prolongada ausencia de su referente, ha atraído a 300.000 aficionados. Las retransmisiones por televisión también han ganado en repercusión y los partidos que da la ABC han tenido una media de 1,43 millones de espectadores.
El negocio funciona y eso siempre trae movimientos empresariales. De los seis equipos que se incorporaron en 2023, cuatro están gestionados por un propietario que ya tenía una franquicia de la NBA. Durante las últimas semanas, además, se está hablando mucho del interés de Connecticut Sun de vender su franquicia. La WNBA no quiere que se muden a Boston y todo equipo que quiera trasladarse a más de 120 kilómetros necesita la aprobación de la liga. Hay varios empresarios interesados en comprar y aún está todo por decidir.
Los playoffs, que empezarán el 14 de septiembre, ya se están definiendo y se espera que ahí aumente el interés más todavía. Otro hito fue el All Stars celebrado en Indianápolis. El evento fue un éxito rotundo y la confirmación de Caitlin Clark, a pesar de que no pudo jugar, como una gran estrella global. Su imagen estaba por todas partes y un enorme anuncio con una fotografía de Clark cubría todo un lateral del hotel JW Marriott, de 34 plantas. En octubre toca renovar el convenio colectivo y las jugadoras ya han dejado claro que si el negocio ha crecido, sus sueldos también tienen que crecer.
La popularidad también tiene su cara amarga. Los casos de acoso van en aumento. La presencia de las deportistas, no solo del baloncesto, mostrando su vida en las redes sociales ha hecho que muchos hombres sientan una conexión que solo existe en un cabeza, como ha denunciado ‘The Athletic’. El último problema, absurdo, es el lanzamiento de juguetes sexuales a la cancha. Las jugadoras, de momento, solo ven ahí un gesto de inmadurez.
Yo estoy convencido de que el movimiento de las alas de Caitlin Clark provocará una transformación en el baloncesto mundial y creo que nos dirigimos hacia la mejor liga femenina española de los últimos tiempos. El Valencia Basket tiene una plantilla extraordinaria pero sus rivales también se han reforzado llamativamente.
