VALÈNCIA. No empezó bien, esa es la realidad. El Levante entró en el Carlos Belmonte sin hacer gala, en absoluto, de las promesas lanzadas al exterior en la previa sobre aquello de no especular en la ida, por mucho que los empates beneficien por la condición de tercero y teórico favorito en la fase de ascenso. Arrancó mal, desnortado, pequeño ante un Albacete extra ilusionado. La chispa la pusieron los manchegos porque anotaron en el 18, pero aplastaron durante 20. Fue cuando el rival bajó el pistón y trató de acomodarse con el resultado en la mano, el momento en que el cuadro de Javi Calleja empezó a encontrar versiones premium de sus piezas más preciadas.
Hubo suerte cuando Álex Muñoz, que trató de colgar un centro que parecía ir a ninguna parte, acabó encontrando un rebote en Álvaro Rodríguez, el roce de la puntera de Frutos y las lágrimas de una pelota que se introdujo en slow motion en la meta de Altube. Puede que también fuera fortuna, como así lo dejó caer el propio Rubén Albés en sala de prensa, el gol en propia portería de Djetei cuando Bouldini sirvió para que Brugui intentara una rabona que no llegó a ejecutar porque no impactó -al menos ninguna repetición lo demuestra- con el esférico. Pero antes de que la ruleta cayera en el bote, Montiel tuvo que hacer magia, Bouldini encontrarse a sí mismo, De Frutos reaparecer y Brugui, dotar a la ofensiva granota de una movilidad desconocida desde hacía semanas.
Suerte, quizá. Pero también la buscaron los mejores de un Levante que, subido en sus diferenciales, se fue encarrilando hasta encontrar una vía directa hacia la victoria.