VALÈNCIA. Quico Catalán se autoexaminará a final de temporada. Es el resumen más práctico de lo que trató de trasladar este martes el presidente del Levante UD tras la debacle deportiva del equipo en Villarreal y después de que plantilla y cuerpo técnico protagonizaran un careo con un centenar de aficionados a la llegada de los autobuses a la ciudad. Todo se resume en un autocontrol de conciencia ante el descontento general y en el momento de mayor impopularidad de su figura en el levantinismo. Quico Catalán anunció, tras una primera alocución en que no dejaba claras sus intenciones, que pondrá su cargo a disposición de la Fundación, máxima accionista del club, al final del presente curso. El mismo ente que, hace escasas dos semanas, aprobó con su aplastante rodillo las peores cuentas de la 'era Catalán' en Orriols. La misma Fundación, presidida por Vicente Furió, que anuló fulminantemente los votos en contra de la Delegación de Peñas y el FROG (Foro de Responsabilidad y Opinión Granota) en la pasada Junta General de Accionistas de la entidad.
Al final del camino, Quico Catalán decidirá si Quico Catalán sigue en el cargo en función de si la temporada acaba con susto y milagro, muerte en la orilla o descenso sin resistencia. Lo que quiso transmitir el presidente del Levante es un paso, una notificación ante aquellos granotas que piden su cabeza de manera inmediata: hay posibilidades reales de que deje de ser presidente del club antes de que concluya su mandato. Si en la pasada Junta emitió su compromiso de que el actual Consejo de Administración completara legislatura, ayer dejó la puerta abierta a un fin de ciclo tras 12 años en los despachos del Ciutat. Arrojó alguna luz a sus detractores y advirtió a sus fieles de que necesitará "sentir el respaldo" para que, si no se obra el milagro deportivo, continúe sentado en el sillón del presidente. Eso sí, se cargó de razones para argumentar que "ahora mismo" y "por responsabilidad" no puede abandonar el barco. Y pidió, por enésima vez, apoyo a unos jugadores también con cotas mínimas de aplauso entre la hinchada y un entrenador que nada tiene que ver con el agujero en el que se ha metido el club, más allá de su responsabilidad por sacarlo a la superficie.
Aún así, Catalán dejó en el aire cómo será ese examen, si lo consultará él mismo con la almohada y su Consejo o si de verdad pondrá su cargo a votación del levantinismo. Si será por cuenta propia (y de la Fundación) o no dependerá de él la decisión. He ahí la cuestión. Quico pasó como una ola por sala de prensa y, al acabar, dejó sobre la arena la sensación de que será él mismo su propio verdugo o quien se quite el hacha de la nuca. No obstante, insistió en una idea que se mantiene en su discurso en la práctica totalidad de sus últimas comparecencias públicas: como "máxima autoridad del club" pidió apoyo a jugadores, huir de una "autodestrucción" que después matizó y reiterar que el presidente del Levante "no busca nada en esta historia" y no está "agarrado a ningún sillón".