VALÈNCIA. Pablo Sánchez lleva casi un mes siendo presidente del Levante. Han sido 23 días "de locura", como él mismo asegura. Empresario, amante del deporte -y del fútbol en particular- y ahora cabeza visible del nuevo Consejo de Administración, empezó a vivir el levantinismo de cerca en el año 2002, cuando se hizo abonado por la insistencia de un amigo. Dieciséis años después empezó su andadura como consejero, que ha desembocado hoy en la recién iniciada etapa, la más importante en su relación con el club.
Sánchez atiende a Plaza Deportiva en una de las salas de reuniones del Ciutat de València tras una interrumpida reunión con José Danvila. Explica que el principal cambio que impregnará en la entidad no va tanto con las personas como en la forma de gestionar. Por eso niega que la 'nueva era' en Orriols sea continuista. Será un Consejo "menos presidencialista" que el de su amigo y expresidente Quico Catalán, aunque se resiste a apuntar algún borrón de la anterior dirección, de la que formaba parte.
Admite que el no ascenso de la pasada temporada fue el peor momento porque hizo que la, para él, inevitable apuesta por el regreso inmediato a la élite se torciera del todo. Porque en caso de haber consumado ese ascenso, asegura, no hubiese sido necesario el famoso "dinero de Danvila" que ha de llegar al club y la Fundación antes del próximo 23 de octubre.
- La semana que viene cumple un mes en el cargo. ¿Cómo está?
- Ahora estoy un poco más tranquilo, porque la primera semana fue una locura.
- Es levantinista desde hace veinte años. Empezó a ser abonado en 2002. Cuéntele a la gente cómo se hizo del Levante.
- Por un íntimo amigo. Me metió la vena levantinista en el cuerpo. Me gusta mucho el fútbol y me encanta hacer deporte, así que me dijo que viniera al estadio. "Somos humildes, pero somos un gran club", me comentó. Entonces venías y el fútbol se veía fenomenal desde cualquier zona del campo... Ahora el estadio ya no es el mismo que era antaño. Ha cambiado todo muchísimo y hay que ponerlo en valor, también.
- ¿Vive mucho el fútbol?
- Bastante, pero no me considero un forofo. Me gusta el fútbol, he jugado y mis hijos juegan, puedo ver en un fin de semana cuatro, cinco o seis partidos... Sobre todo los domingos de lluvia me encanta estar en casa viendo el fútbol. Pero no soy forofo. Intento analizar bien un partido y no soy el que dice que un penalti claro no lo es. Intento apartarme de ese lado de forofismo.
- ¿Se vive igual en el palco siendo consejero que siendo presidente?
- Se vive exactamente igual porque la responsabilidad es la misma. La realidad es que no se disfruta el fútbol. Yo disfrutaba cuando era aficionado, cuando estaba en tribuna y venía con mis hijos. Me levantaba a gritar un gol, un penalti... Pero cuando estoy al lado de la directiva rival y no puedo expresar los sentimientos, lo paso mal. Y además, la responsabilidad que tengo en el Consejo me hace no disfrutar de los partidos. Tengo nervios antes de empezar cualquier encuentro.
- ¿Eso viene de la temporada pasada?
- Venimos de dos temporadas muy duras. La pasada fue de tensión máxima por la obligación de subir. Y la anterior fue horrorosa por la cantidad de partidos que estuvimos sin ganar. Parecía que éramos incapaces de ganar un partido...
- Dijo Maribel Vilaplana que cuando Danvila le ofreció el cargo, casi no le dio la opción a un 'no'. ¿A usted se la dio?
- Pepe Danvila es muy convincente. Lo que ocurre es que yo también tengo mis obligaciones, tengo mi familia... y esto requiere de muchísimo tiempo. Pero es que decir que no a ser presidente del club que quieres, es imposible.
- Entonces sí le dio la opción a decir que no, pero usted quiso ser presidente.
- Una pistola en el pecho no me puso.
- Danvila no quiso serlo.
- No quiso ser presidente porque prefiere mantenerse en un segundo plano. Pero serlo es un orgullo y ser consejero delegado (lo es Danvila tras la formación del nuevo Consejo de Administración) es un puesto de máxima responsabilidad.
- Pablo Sánchez pasa de ser consejero a presidente. Hay tres nuevos consejeros, cuatro dejan de serlo. Pero Marisa Blay y Juan José Alabau siguen en el club representando al femenino y al filial, respectivamente. ¿Se puede decir que es una línea continuista?
- Se ha tratado de no marcar ese continuismo. En el Consejo continuamos tres personas -Braulio Pastor, Pepe Danvila y yo- y se sigue renovando, porque faltan algunos consejeros por venir. Lo mismo está pasando en el equipo directivo. Pero ya no son tanto las personas como la forma en la que vamos a gestionar el club. Ahora el presidente era ejecutivo, y yo soy un presidente no ejecutivo. Pero el Consejo sí va a ser ejecutivo, porque las decisiones se van a consensuar y va a ser un poco menos presidencialista. Ese es el cambio.
- ¿Es ese el principal cambio respecto al Consejo anterior? ¿Un paso a un Consejo más diversificado?
- Va a haber una gestión más diversificada, podríamos decir, sí.
- ¿Qué hizo mal el anterior Consejo?
- Quico Catalán ha hecho muchísimas cosas bien. Y con el tiempo se valorará mucho todo lo que ha hecho por el Levante. Hay que mirar dónde está el Levante hoy y dónde estaba hace catorce años. Y eso es indiscutible. No es que se hiciesen las cosas mal o bien. El año pasado hicimos una apuesta y salió mal, pero es que no podíamos hacer otra. El Levante es un club lo suficientemente grande como para que si bajamos a Segunda, tengamos que apostar todo para volver a subir. Porque teníamos una estructura de Primera y tuvimos que hacer esa apuesta. Tuvimos mala suerte: nos quedamos fuera del ascenso directo por goalaverage y en el playoff, por un penalti injusto. Eso es mala suerte.
- Usted no es presidente ejecutivo y Quico Catalán sí lo era, pero ¿acaparaba demasiadas áreas?
- Es que era su función. Era un profesional y una persona súper capacitada, que ha sido reconocida en Valencia y fuera. En general, su gestión fue muy buena.
- Dígame lo peor momento de la 'era Catalán'...
- No dejamos de ser un club de fútbol y lo más importante aquí es el balón. Cuando no aciertas en algunas decisiones deportivas, te salpican y te influyen en el tema económico. Antes del covid, éramos un club vendedor. De un día para otro, jugamos a puerta cerrada y se paró el mercado. Teníamos una plantilla con unos nombres, como Campaña, que eran internacionales. Por ejemplo, él estaba en un momento de forma espectacular, iba con España y apostamos por quedárnoslo... pero salieron las cosas torcidas. Y luego vino el descenso a Segunda. Ese fue el peor momento.