ALICANTE. Salvó la bola de partido que tenía antes de Navidad, pero no la que representaban los encuentros frente a Eibar y Cádiz como local de manera consecutiva y, en consecuencia, era despedido. La segunda etapa de Dani Ponz en el banquillo del Eldense finalizaba este fin de semana como lo hizo la primera: de manera abrupta.
En un gesto de club difícil de explicar, el preparador de Sollana tuvo que dar la rueda de prensa tras el choque ante el Cádiz, minutos antes de que se le comunicara la por otro lado más que lógica decisión de prescindir de sus servicios. Ni Ponz merecía el escarnio público que supuso el tener que comparecer ante los medios mientras se imprimía la documentación de su despido, ni el equipo con su ya extécnico al frente el sainete que algunos organizaron en la segunda mitad del choque contra el Eibar de hace dos jornadas: con media hora por jugarse, no fue la mejor idea el ajustar cuentas en lugar de animar a los jugadores para tratar de salvar un punto que hoy tendría al equipo más cerca de los 50. Es verdad que Ponz no estuvo bien ese día y como el sábado pasado tampoco los que eran sus futbolistas, pero incendiando todo un club como el azulgrana tiene más que perder que ganar.