VALÈNCIA. Iván Penalba corre mucho. Tanto, que adora correr sin fin. Le da al botoncito de un viejo Casio, arranca y se olvida de todo. Se abstrae de tal forma que el reloj, 'old school', llega a la hora y arranca otra vez de cero, no acumula las horas que lleva en marcha, así que llega un momento en el que Iván tiene que mirar a su entrenador o a quien esté con él y preguntarle: "¿Cuántas horas llevo corriendo?".
¿Cuántas horas llevo corriendo? La pregunta parece ciencia ficción, pero no lo es. A Iván Penalba (Alfafar, 28 años) le pasa habitualmente cuando disputa carreras de 100 kilómetros, 12 horas o 24 horas.
¿Y por qué no se enrosca en la muñeca uno de esos sofisticados artilugios que lo miden todo? "Porque así me evado de todo", responde. "Tengo uno de esos buenos, y me lo pongo para entrenar, pero conecto el GPS y me olvido de él, solo lo tengo para cuando llego a casa, volcar la información".
Eso ocurre, por ejemplo, los sábados, consagrados a un gran atracón de kilómetros. Ese día suele caer un maratón, o 50 kilómetros, y hasta 55 si hay una carrera a tiro.
Un tipo que corre tanto que tiene que preguntarle a alguien cuántas horas lleva corría el peligro de asfixiarse durante el confinamiento. Así que conectó el ordenador, abrió el navegador y 'googleó' para averiguar cuál era el récord del mundo de doce horas corriendo encima de una cinta. El valenciano vio que estaba en 152,5 kilómetros, por debajo de su marca al aire libre, y decidió que iba a ir a por él.
El último domingo de abril cogió la cinta, la enfocó hacia la terraza y se puso a correr. Su única distracción eran el cronómetro, el cuentakilómetros, unas fotos de Mari Carmen, su madre, y gente de su equipo -su entrenador, Fabián Campanini; sus fisios, Pablo, David y Alejandro, y su nutricionista, Miguel Gorriz-. Eso y la fachada del edificio que tiene justo delante de su casa en Alfafar. Unos balcones que le dieron una sorpresa a fachada cuando los vecinos aparecieron con un cartel para darle ánimos.
Salió disparado. Nunca había hecho más de tres horas y media encima de una cinta y, quizá por la inexperiencia, llegó al ecuador con 83,7 kilómetros. Una salvajada. A 4.15 aproximadamente el kilómetro.