VALÈNCIA. Creo en muchas cosas pero no soy una persona “de ciri”. Sí soy un ferviente defensor de los matices: las cosas nunca son blancas o negras así que me considero agnóstico con matices. Admiro los valores humanísticos de Jesucristo pero me provocan urticaria la Iglesia como institución y los fanatismos. Tampoco me molestan las creencias de mis congéneres y soy consciente de mi formación cultural judeocristiana.

Dicho esto, que el Llevant se sume a la celebración del centenario de la coronación de la patrona me parece acertado. La Mare de Déu forma parte de nuestra tradición cultural, es transversal y está enraízada en nuestra sociedad. Sí veo el problema en que esto, más que para conectar con la sociedad valenciana, pudiese ser un ajuste de cuentas de una directiva abiertamente católica y conservadora, como ya han esgrimido algunos aficionados: “Igual que hicimos un homenaje a la Copa de la República, ahora lo hacemos a la Virgen”. Mire, no. Eso es mezclar churras y merinas: la Copa del 37 es un título futbolístico conquistado por este club, a cuya reivindicación sus dirigentes fueron refractarios durante años por motivos políticos, algo que afortunadamente corrigieron. También veo problema en que se haga una camiseta específica, como la fallera. Creo que el tema camisetas se nos va de las manos, pero esto es una cuestión estética y de respeto al cromatismo histórico. Entiendo que sería suficiente con añadir un detalle a los clásicos jerseis y montar un buen relato. 

El Llevant debe conectar con todo aquello que tiene valor para nuestra sociedad, sin extremismos ni estridencias. Sí a este homenaje, por tanto. Sí, por supuestísimo, a toda la obra social de la Fundació. Sí a la participación en la cuestación contra el cáncer. Sí también, por ejemplo, al uso de una de las dos lenguas oficiales, hoy discriminada en el club (y a veces maltratada, cuando se usa). Sí, en definitiva, a una estrategia definida de comunicación (y conexión con nuestra sociedad) que vaya más allá de la inspiración puntual y que sea respetuosa con las diversas sensibilidades que conviven en Orriols y que nos convierten en el club plural que somos.