ALICANTE. Un 'déjà vu' experimentamos los que asistimos el jueves a la comparecencia de Juan Carlos Ramírez en la sala de prensa del Rico Pérez.
Por un momento, todos creímos estar a 26 de mayo y no 15 de junio y es que el problema sobre la mesa seguía siendo el mismo, la deuda de 4,3 millones de euros con la Agencia Tributaria, y también su propuesta para solucionarlo: el pago inmediato de dos millones y un aplazamiento del resto garantizado con inmuebles. Además, de nuevo Ramírez amenazaba con la dimisión del cargo de presidente e incluso echaba mano del ya manido "nadie va a cobrar si el Hércules va a liquidación".
Pero no, el Lexus del empresario vasco no es una máquina del tiempo.
El jueves vivimos un 'déjà vu', una paramnesia. Buena prueba de ello es que Ramírez esta vez no vinculó su hipotética marcha a que en el fisco no acepte su "última oferta", si no a que rechacen una vez más su petición de mantener una reunión. Bueno y también que hubo de lidiar con otro tema espinoso: el 'plan B'. Practicarle la eutanasia a una institución de 96 años de historia, para luego intentar ocupar su hueco con lo que en los ambientes futbolísticos se conoce como 'engendro'. Se desmarcó de esa alternativa que implica un desembolso mayor que, por ejemplo, la cancelación de la deuda que se arrastra con el fisco. Puede que sea cierto que él no es partidario de esa vía, pero Enrique Ortiz sí lo es. Y el constructor es su socio, tanto en el Hércules como en otros negocios.