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13 de noviembre

Pepelu y la inestabilidad estructural  

  • EP

VALÈNCIA. Me he entretenido estos días sin fútbol en clave granota desgranando las entrevistas que ha concedido Pepelu. Voy a ser sincero y ojalá me equivoque. El contexto no me hace ser optimista sobre que la joya de Denia sea uno de los eslabones de esa necesaria reconstrucción futura que hay que acometer. Pero no solamente porque el Levante sea el único equipo de Primera sin una dirección deportiva en pleno mercado de invierno y con la obligación paralela de emprender una estrategia convincente y profesional pase lo que pase a final de temporada. Esa inestabilidad estructural es evidente que lastra. A Pepe, además, le ha costado una barbaridad sentirse importante y lo ha conseguido ahora a las órdenes de Alessio Lisci, justo cuando ya puede negociar y firmar con otro club ya que es uno de los que acaba contrato el próximo 30 de junio. Sus cesiones, sobre todo las de Portugal, le hicieron madurar y construirse un regreso a casa con todas las de la ley. Porque aquí es donde se siente más identificado y sueña con echar raíces, aunque estuvo a punto de seguir adquiriendo protagonismo fuera de Orriols.

“Ya habrá tiempo para hablar de la renovación”, insistió Pepelu en las distintas entrevistas. Cada vez queda menos; esto ya es una cuenta atrás. Su prioridad es dejarse la piel por la permanencia. Él se centra en el balón y que el futuro no le trastoque absolutamente nada. A día de hoy no se cierra puertas. Me genera intranquilidad que en cada pregunta sobre su continuidad regateara y saliera al paso recalcando que su mente está únicamente en obrar el milagro de los milagros. Es lo que tiene que decir y hacer. Repito que me encantaría no estar en lo cierto y que el desenlace tuviera final feliz, pero es indiscutible que esta fragilidad (no solamente por la situación deportiva), junto a que jamás ha recibido de puertas para dentro un respaldo absoluto para sentirse querido sin fisuras, mantiene más que nunca en interrogante su continuidad. Su historia aún tiene unos cuantos capítulos por escribirse. Desde noviembre tiene sobre la mesa una propuesta de la antigua área deportiva. Tras el ‘todos a la calle’ que se llevó por delante a Manolo Salvador, David Navarro, Manu Fajardo y al entrenador Javier Pereira, se ha quedado, de momento, guardada en un cajón, sin una respuesta.

Lo que es incuestionable es la unanimidad entre los aficionados (y soy uno de ellos) que reclaman que Pepelu se convierta en un emblema e incluso termine llevando el brazalete de capitán. Un apoyo que agradece, del que se siente tremendamente orgulloso y que le proporciona ese impulso necesario para mirar al frente y olvidar los sinsabores. Una confianza igual o más férrea que la que le ha dado Alessio —solamente se quedó sin minutos frente al Villarreal porque estaba sancionado— y no le brindó Pereira, por mucho que se deshiciera en elogios hacia él públicamente. Con Paco López era consciente de su estatus secundario en la libreta de preferencias del míster. Por eso estuvo con pie y medio fuera antes del cierre del mercado de verano. El técnico de Silla fue sincero al no esconder que lo tendría muy difícil para jugar, aunque sería tratado como uno más entre la plantilla definitiva. Y él lo entendió desde el primer minuto.

Mucho ha tenido que ver la afición en que Pepelu sea ahora imprescindible. Lo retuvo cuando estaba fuera, al igual que fue un clamor ante la deriva deportiva que convirtió a este Levante en equipo récord en negativo por esas 27 jornadas ligueras seguidas sin ganar. Que cree en Alessio y ayudó a que pasara de interino a primer entrenador a todos los efectos, aunque la primera alegría no llegara hasta su quinto partido de Liga, con un punto de doce en los cuatro anteriores y tras una humillante eliminación copera en Alcoy. Que recriminó con educación y cordura después del desastre en Vila-real, espoleando al equipo y generando una reacción y esa ansiada primera victoria. Que echará el resto hasta el final, siempre y cuando sienta que sobre el césped se defiende el escudo con sangre y corazón. No hace falta llamar al Ciutat porque no fallará. El ‘sí se puede’ se ha transformado en la piedra filosofal; en la mejor medicina para aparcar todo lo vivido, pero sin olvidarlo. “¡Mucho tiempo esperando este momento! Inmensamente feliz por mis compañeros y por mi afición. Queda mucho todavía, pero estando así de unidos lo vamos a conseguir”, escribía el ’8’ en su perfil de Instagram tras acabar con la dinámica adversa frente al Real Mallorca de Luis García.

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