Hoy es 8 de octubre
VALÈNCIA. Son muchos, lamentablemente, los valencianistas que nos van dejando en los últimos tiempos y más en el contexto pandémico en el que nos está tocando vivir y, sin querer establecer ranking alguno con respecto a su relevancia, hay cuatro ausencias que, particularmente a un servidor, le han producido un profundo dolor por la incuestionable calidad humana de los ausentes y también por la significación valencianista que respiraba su piel. Son despedidas dolorosas que endulzamos con la evocación de cientos de recuerdos y anécdotas con un efecto placebo que nos conduce a la nostalgia e incluso a la sonrisa pero... se han marchado y sólo volverán en nuestro recuerdo.
Se fue Jesús Barrachina dejando huérfano el departamento de besos y abrazos que defendió como nadie por tratarse del mejor relaciones públicas que tuvimos y jamás volveremos a tener en Valencia. Nos dejó el gran Jaume Ortí que ostentó la presidencia más terrenal y cercana que nunca hemos conocido: Jaume fue el ‘presidente del pueblo’ con toda la carga positiva que ello encierra y, si alguna vez hubiera tenido la tentación de hacer callar a la afición desde el palco, antes se hubiera amputado una mano para no incurrir en una aberración como la protagonizada por el ‘soplagaitas’ que actualmente oKupa el sillón presidencial.
Tuvimos que decir adiós hace bien poco a uno de los personajes que, desde su sencillez y bonhomía, dejó un enorme hueco en el propio escudo de la entidad porque Españeta sacó brillo durante muchísimos años a los engranajes de la sala de máquinas con la mayor dedicación, humildad y buen humor posibles. Y esta semana lloramos la huida al cielo del entrañable Juan Sol que, desde las distintas funciones que desempeñó en el Valencia, ejerció al 100% de ‘loki’ asociando su cariñosa humanidad a la idiosincrasia de la entidad y contribuyendo así a la empatía de un Club que cada día es menos empático.
Ni mejores ni peores que tantos y tantos valencianistas que nos han dejado últimamente pero, indudablemente, irrepetibles y merecedores del reconocimiento y cariño de quienes los veneramos por su bondad y voluntad de servicio. Un póker de ases muy difícil de remplazar en un momento que tanta falta nos hacen referentes de carne y hueso en los que vernos representados: imperfectos como nosotros, bienintencionados como nosotros, generosos como nosotros... valencianistas como nosotros.
Afortunadamente sólo hace falta pasar una mañana a tomar un café por el bar de la Asociación de Futbolistas del VCF para comprobar que todavía hay un buen número de páginas de la historia en las que se puede estudiar la esencia del valencianismo y que también una mirada a la grada, ahora tristemente desierta, nos permite testar la musculatura de un sentimiento que, a pesar de los denodados intentos de Meriton, fue, es y será indestructible.
Pero es evidente que ellos cuatro dejan un enorme vacío que, si bien es cierto que tienen asegurada su presencia en la memoria histórica del Valencia CF, también nos dejan esa pátina de tristeza por no poderlos disfrutar a diario porque fueron de esas personas que uno quisiera tener siempre cerca. De esos que, asociados a una entidad que aúna tantas buenas voluntades, la hacen más humana, más grande y más querida. Tan cerca del corazón del valencianista como lejos están los impresentables que dirigen la sociedad actualmente y que, si de verdad hubieran aprendido algo de ellos, no estarían asesinando la ilusión de tantos valencianistas de corazón.
Barrachina no saben ni quién era, los familiares de Jaume presenciaron aquel Valencia-Barça de la peluca de Rodrigo desde el palco el mismo día de su funeral y Peter Lim -estando a escasos 10 metros de ellos- no se dignó a acercarse a darles el pésame. A Españeta dijo haberlo visto tantas veces Anil Murthy trabajando en Paterna cuando a la llegada de Murthy -maldito el día- el bueno de Bernardo ya llevaba un tiempo jubilado demostrando que el vídeo no era más que una pose vacía de sentimiento ya que ni siquiera se preocupó de decir la verdad. Y lo que han hecho esta semana con el publireportaje en el que asociaban a Lim y Juan Sol en un intento de nauseabundo blanqueamiento del tirano, habla por sí mismo. Tendrían que vivir Lim, Murthy y cía más de mil años para acumular un 1% de la grandeza de ese póker de ases que añoraremos tanto como les detestamos a ellos.