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¿Ponemos a Salvo de entrenador?

Pero bueno, si el problema es la comunicación, el manejar las emociones y los tempos, podemos poner a Amadeo Salvo de entrenador

12/02/2016 - 

VALENCIA. El miércoles, nuestro querido Lizondo preguntaba "¿Quién les toca la patata?" refiriéndose al vestuario y la complicada dificultad de transmitir en diferentes idiomas entre el emisor y el receptor. Vamos, entre Neville y los jugadores, por si usted salió anoche a tomarse unas copitas con los colegas y hoy anda con pocas ganas de pensar, como probablemente esté a estas horas servidor.

Y, entre tintineo de copas y reflexiones varias, me interrogaba a mí mismo sobre aquello de "El fútbol tiene un lenguaje universal". O esas frases a cuatro columnas "Los dos cracks hablan el mismo idioma" siendo uno de Brasil y el otro de Croacia, por poner un ejemplo al azar. Y al mismo tiempo, por esas analogías extrañas que los líquidos de graduación provocan, pensaba en el cine y en la película "Un buen año", donde el tío del personaje que interpreta Russell Crowe le dice en las cartas que sabe que se está muriendo porque "el médico ha dejado de hablar de mi salud y ahora me habla del tiempo". Y me preguntaba si en el Valencia hablamos del tiempo porque la salud no tiene remedio.

Porque estamos hablando del canal, pero no del mensaje. Porque estamos tildando de cobarde a un entrenador que no concede entrevistas personales, como si eso fuera una condición imprescindible para ser inquilino de un banquillo. De hecho, aquella frase de "Un hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios" puede decantar la balanza ante esta cuestión a favor de Gary Neville, que quizá piense que no tenga ninguna necesidad de hacer ronda por estudios de radio y platós de televisión para comentar conceptos futbolísticos. Porque entre otras cosas, de fútbol no se hablaría. Se cargaría la escopeta acerca de los amigos comunes que tienen en LinkedIn Neville y Lim y toda esa monserga que, de tan repetitiva, aburre.

Echamos de falta un entrenador que transmita. Y que se comunique en castellano, queremos. ¿Cómo Valdano? ¿O cómo Lillo que hablaba de 'ocasiones de pregol' que no es ¿más? que el pase de antes a la asistencia que da la oportunidad de meter un gol? ¿O cómo esa culpable debilidad llamada Jorge D'Alessandro? Estoy seguro que todos estos tienen los conceptos, la teoría. Y no creo que tengan ningún problema en trasladar el mensaje. O tal vez sí. Porque han hecho más carrera en los medios que en los banquillos. Por lo menos el primero y el tercero. Y el segundo estuvo a punto de tocar el cielo con los dedos, porque cuando Lluis Bassat presentó candidatura para presidir el Barça, Guardiola era su director deportivo y Lillo el entrenador. Poca broma. 

¿Acaso es necesario decirle a Negredo que ha de meterla entre los tres palos en perfecto castellano de Valladolid? ¿O a Danilo que, cuándo tenga la pelota, deje de correr y se la de al que esté más cerca con su misma camiseta? Probablemente no, porque tanto uno como otro sabrán que esa es, entre otras, su principal función. El problema en este caso es más con una cuestión de actitud por parte de la plantilla. Un acomodamiento manifiesto en el que el sufrimiento de la afición no les afecta lo más mínimo. En el que quizá que el dueño esté a la otra parte del mundo les libere de la tensión del que siente que le aprietan las clavijas. Como los chicos de Primaria cuando sale el profesor. Pueden estar cinco, diez minutos bajo autocontrol, pero al cuarto de hora vuelan las pelotitas de papel y estalla la guerra.

Y también está el factor del sentimiento. De la camiseta, que no se mancha con sudores impropios. Que tiene historia. Que fulanito o menganito si sentían el escudo. Vamos a ver, el escudo se siente cuando la institución se respeta y es respetada por quienes la dirigen, cuando cala por una cuestión extraordinaria, por el cariño de la parroquia o por haber conseguido títulos. Tomen como ejemplo los casos de Mata o Villa, hijos adoptivos valencianistas. Pero es que el Guaje puede que piense lo mismo de Zaragoza, Barcelona o la Madrid colchonera. Y del propio Villa, nuestra memoria selectiva ha borrado aquella manera de marcharse, por carta, que es casi tan feo como dejar a tu novia por WhatsApp.

Asi que, dejemos el sentimiento a un lado porque, siendo importante no es imprescindible. Es más la voluntad de entenderse que la manera de hacerlo. Si Jamie logró el amor de Aurélia en "Love Actually" sin tener ni papa de portugués, ¿cómo no van a poder entenderse 25 chavales con un tío de 40 que, hasta hace poco, corría la banda?

Pero bueno, si el problema es la comunicación, el manejar las emociones y los tempos, podemos poner a Amadeo Salvo de entrenador. Motiva, apela al sentimiento y su discurso es claro. Con filias y fobias, pero claro. Quizá así resolvíamos una incógnita de la ecuación y nos podríamos centrar en el verdadero problema que es que no generamos fútbol de ninguna de las maneras mínimamente aceptables para respetar al club.

Que tengan un feliz fin de semana de San Valentín, por otra parte.

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