Por la gracia de Lim

VALÈNCIA. Cuando, el verano pasado, el Valencia contrató los servicios de Javi Gracia para dirigir al primer equipo, hice un bol de palomitas de maíz gigante y me senté a esperar. Esperaba un año glorioso para la prensa valenciana, una temporada en la que, aprovechando el apellido del técnico navarro, nuestros plumillas locales afinaran la imaginación para pergeñar titulares brillantes, inspirados por Calíope, en los que jugaran con la polisemia de la palabra “gracia” y me regalaran cada semana una joya literaria para encabezar sus crónicas.

Han transcurrido ocho meses y las palomitas se han pasado, ya no tienen la textura crujiente de cuando las hice, mientras la prensa valenciana apenas me ha brindado titulares ingeniosos. Ni un triste “Esto no tiene gracia”, cuando vimos que el equipo andaba a la deriva en la liga española, ni un eufórico “El Valencia en estado de gracia” cuando le ganó al Madrid o empató en el Camp Nou, ni siquiera un lacónico “A Javi ya no le hace gracia” el día en el que el técnico amenazó con marcharse al comprobar lo que todos ya sabíamos: que Anil Murthy era un mentiroso patológico.

Pero Javi Gracia sigue aquí, con nosotros, ofreciendo su apellido para desarrollar el ingenio. No ha tenido un trabajo fácil. Tener que lidiar con un equipo construido con la misma habilidad que habría tenido Marianico el Corto para confeccionar una plantilla de fútbol era una empresa complicada, sobre todo si, desde los estamentos superiores y su corifeo de palmeros, intentaban vender la moto a la opinión pública de que el Valencia tenía argumentos suficientes para meterse en una competición europea. Su misión era hacer de un traje lleno de agujeros una vestimenta para acudir a una fiesta de etiqueta.

Es cierto que las críticas al trabajo del entrenador fueron con la boca pequeña, que la gran mayoría de la prensa y buena parte de los aficionados no olvidaban quién era el verdadero culpable de la degradación del equipo que representa al Valencia: los mismos que han degradado el club hasta extremos insospechados. Quizás Gracia podría haber hecho más, quién sabe si otro entrenador habría sacado mejor rendimiento a esta plantilla descompensada y llena de retales baratos, mas no podemos olvidar en lo que se nos habría venido encima de no estar él, del desastre que habría sido la temporada si Lim y sus secuaces hubieran contratado a algún técnico promocionado por Mendes, sin experiencia en la liga española y con presuntas aptitudes, no demostradas, para dirigir un equipo como el Valencia.

Se acerca el final de temporada cuando los nubarrones del descenso parecen haberse alejado definitivamente. Han empezado los rumores sobre quién dirigirá al equipo la próxima temporada y Gracia aparece en las quinielas, algo hasta ahora impensable, para continuar una temporada más como máximo responsable de la primera plantilla. Las perspectivas no son halagüeñas, porque el valencianismo se teme otro verano de destarifos deportivos por parte de la clientela VIP del Bar La Deportiva. El entrenador que tenga que asumir los restos de este lento naufragio deportivo no acometerá una empresa sencilla. Gracia ya ha pasado por ese trance, pero no podemos obviar que su historial nos dice que el rendimiento de sus equipos baja notablemente en su segundo curso en el banquillo. Le ocurrió en el Cádiz, el Málaga o el Watford, equipos que fueron de más a menos en su gestión. Y bajar notablemente el rendimiento, después de la temporada que ha hecho el Valencia, sería abocarse a un descenso de categoría que ahora puede parecer lejano, pero que, tal y como se gestiona el club, siempre está esperando en la puerta para entrar.

A pesar de que hayan sonado nombres de sospechosos habituales para ocupar el banquillo del Valencia, la amenaza de un enchufado de Mendes permanece latente como alternativa. Todos sabemos que el próximo entrenador del equipo lo será por la gracia de Lim. Y eso sí que sería un tiro de gracia para el Valencia.