VALÈNCIA. Se va acercando en día 23 y cada uno ya sabe a qué atenerse. La chapuza tramposa que los dirigentes del Valencia han llevado a cabo con el reparto de entradas para Sevilla los ha vuelto a retratar de cara al aficionado que es quien se ha visto privado de la posibilidad de acompañar a su equipo en una final pero… haciendo un análisis tras todo lo ocurrido en los últimos días… la afrenta les ha vuelto a salir barata y no les salió gratis por el reducido aunque valeroso grupo de aficionados que se reunieron a las puertas de Mestalla tras el partido ante Cádiz. Lo que en tiempos pretéritos hubiese supuesto una revuelta multitudinaria de rechazo y reivindicación se quedó en una protesta reducida y cierto ruido en redes sociales que les entra por un oído y les sale por el otro. Al final de la corrida y con un precario pertrecho construido a base de medias verdades, la realidad es que se han quedado con casi el 40% de las entradas para ‘sus’ compromisos mientras que los mandatarios del Betis han dejado muchas más entradas para sus socios. Pero es tal el grado de resignación en el que nos hemos instalado que han conseguido que sus fechorías les salgan muy baratas. Algo que no hace otra cosa que animarles a elevar el listón de la provocación porque su propósito no es otro que soliviantar a una afición a la que detestan y de la que no esperan resignación sino sometimiento y sumisión agradecida.
El que ha conseguido su entrada prepara la intendencia para conquistar la capital hispalense y los que, siendo fieles seguidores desde hace mucho tiempo, se han quedado sin ella también preparan la suya montando grupos de amigos con los que reunirse frente a una pantalla de televisión mientras llegan a sus oídos noticias indignantes de muchos otros que viajarán a Sevilla por la gracia de Lim sin haber puesto, apenas, un pie en Mestalla. Las fuerzas para la protesta escasean ante la falta de un plan solvente con el que desahuciar a los caciques que se han instalado en el puente de mando del Club y ellos encuentran expedito el camino de su tiranía.
Pero la fuerza que emana del corazón es mucho más fuerte que su displicencia y en cada peña, en cada casal o en cada hogar donde se reúnan un grupo de valencianistas para ver la final… se va a generar una energía positiva en favor del equipo a la que ellos nunca podrán acercarse desde su hotel de cinco estrellas y desde los restaurantes de lujo que ‘arrasarán’ en la capital andaluza a costa del esquilmado pecunio del Valencia CF.
Una vez perpetrado su enésimo atropello, poco más queda que hacer que aguardar ver su caída y me refiero a su caída efectiva ya que su degradación moral nunca se podrá contemplar puesto nada que no haya alcanzado cierto grado puede llegar a degradarse. Las decenas de miles de valencianistas de corazón que se han quedado sin la posibilidad de acudir a La Cartuja, apretarán todo lo que puedan desde la ‘terreta’ a la espera de que lleguen tiempos mejores, que llegarán, y que lleguen otras finales, que también llegarán, de la misma manera que ya las hubo -y más importantes- antes de que ellos supieran ubicar Valencia en un mapamundi.