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Por un Valencia que se gestione para sí mismo

9/12/2021 - 

VALÈNCIA. A pesar de lo mucho que han cambiado las cosas desde que Joey Lim se soltara en Valencià, mostrando que el club vuelve a su arraigo, vuelve a ser el Valencia de València, vuelve a encarnar los valores de un territorio… a pesar de eso, digo, todavía hay motivos por los que considerar justa y necesaria la 'manifa' del sábado para pedirle a Lim que se vaya a donde ya está.

Me ha llamado la atención, en algunas de las piezas protesta, como se situaba en el eje narrativo el deseo de volver a los triunfos como el de la Copa en Sevilla, como una Ítaca retrospectiva. Existe el riesgo de creer que este es un asunto que se limita a ganar o no ganar, porque consolidaría la idea de que una temporada estructurada y con buenos resultados podría servir de bombona de oxígeno para continuar el ritmo de los dislates.  De esa manera hemos llegado hasta la frustración de hoy: aun cuando se intenta una apuesta segura con un entrenador sólido, el Valencia no es capaz de ir demasiado lejos.

Cada uno tendrá el suyo, pero creo que el motivo central para pedir que Lim se marche es su propia prueba de confesión de hace unos meses en el Financial Times (la entrevista donde descubrimos por qué Lim no da entrevistas). 

En ese retrato hiperrealista el propietario esbozaba bien cómo una nueva hornada de dueños lideran el negocio del fútbol, tomando a los clubes por estaciones interconectadas. Donde no importa apenas el emplazamiento -quién es el club, dónde está el club- sino la interconectividad con otros puntos orbitales del negocio que esos clubes posibilita. "(Ser dueño del Valencia) ha sido increíblemente bueno para poder hacer networking", recordamos que dijo Lim. "Una vez estábamos comiendo, todos los propietarios, en una de las finales de Champions... Tenías a jeques, reyes, mafiosos, negros, blancos y amarillos. Y estábamos discutiendo sobre: '¿Por qué compraste este jugador por tanto dinero?’ Éramos como niños... Este deporte hace que todo se iguale", recordamos también.

Al margen de nombres y apellidos, lo que le sucede al Valencia es un proceso expansivo que está ocurriendo en multitud de puntos. Un proceso de acumulación y poligamia (la mayoría de nuevos propietarios no tiene nunca solo un club en cartera) que para su rendimiento necesita prescindir de la soberanía e identidad de cada enseña. Ante esa tesitura no parecen surgir regulaciones lo suficientemente eficaces, porque el cambio en el negocio es demasiado veloz y poderoso. Igual que cuando comenzó a rodar el vehículo privado y la manera de regular su presencia fue limitar la velocidad a 3 km/h y colocar detrás del coche a un fulano avisando con una bandera roja. Pero los propietarios avanzan a tal velocidad que no es suficiente sacar la bandera. 

Se habla para convocar a la marcha del sábado de recursos como la dignidad, el origen y el sentimiento. Qué hay del negocio. Lo que se está dirimiendo es de qué manera un club tradicional como el Valencia puede gestionarse en un marco bien diferente al que acostumbró durante casi cien años. El principal motivo para pedir un cambio de modelo tiene que ver con que el Valencia vuelva a gestionarse para sí mismo y no para intereses paralelos. Que el Valencia pueda ser un club unido a su emplazamiento, y no una enseña en órbita que no pertenece a ningún sitio.

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