El parón global en los espectáculos de fuegos artificiales provocado por la pandemia amenaza con arrasar el know-how acumulado durante décadas en la pirotecnia valenciana, cada vez más débil pese a haber sido una referencia mundial en los ochenta
VALÈNCIA.-El 10 de marzo Ximo Puig anunció compungido la suspensión de las Fallas, mascletà y Nit del Foc incluidas. En Pascua, el famoso festival de Rouketopolemos, donde dos parroquias rivales de la isla de Chios (Grecia) lanzan cincuenta mil cohetes contra el campanario del contrario, se suspendió. El 80% de los fuegos artificiales con los que decenas de miles de ciudades de Estados Unidos celebran el Día de la Independencia, el 4 de julio, fueron cancelados. El 9 d'Octubre, casi de tapadillo, el consistorio disparó una mascletà aérea una hora antes de lo anunciado para evitar aglomeraciones. El coronavirus ha provocado un parón global en el sector de la pirotecnia, que sufre una caída de actividad y facturación ni siquiera vista en la crisis de 2008.
Nada que no haya sucedido en otros sectores, por ejemplo, el turismo, aunque los efectos en la pirotecnia valenciana, líder en España, amenazan con ser devastadores. Las empresas son pequeñas y un parón prolongado las descapitalizaría y, sobre todo, les impedirá retener a los trabajadores cualificados que aportan valor añadido por disfrutar de la experiencia acumulada durante décadas. La industria, líder mundial —en creatividad, reputación y, sobre todo, ventas— hasta los noventa, sufrió en esa década el embate de las exportaciones chinas. En 2008, las consecuencias del terremoto económico-financiero provocado por la crisis de las subprime. La covid-19 puede ser la traca final.
Luis Brunchú es el último pirotécnico de la saga que lleva su apellido. Los Brunchú, en competencia con otros apellidos ilustres —Caballer, Zamorano...—, construyeron empresas que llevaron a su pueblo, Godella, y la pirotecnia valenciana, a lo más alto. Luis, de 46 años, acompañó desde los seis a su padre y su tío en los disparos. Con once, encendió su primer espectáculo, de ruedas aéreas y voladores en Requena, en las fiestas de la vendimia. Y con diecinueve se incorporó a la empresa familiar. Veinticinco años después, tras haber disparado en medio mundo —Estados Unidos, Canadá, Brasil, Filipinas, México...—, no es optimista con el futuro del sector.
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