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13 de noviembre / OPINIÓN

¡Qué nadie dude del Ciutat!

1/11/2021 - 

VALÈNCIA. Cada vez que leo o escucho cualquier reclamo a la afición flipo en colores. Es alucinante que todavía haya alguno que meta la patita y se atreva a poner en duda al que se sienta en su butaca del Ciutat y sufre lo que no está escrito. Que tenga narices de pedir que apoye al equipo y recuerde que hay que remar todos juntos en una misma dirección. La historia es justo al revés: el que tiene que exigir es el seguidor quien, con poco, porque el sentimiento granota es indestructible pase lo que pase, se deja la vida por el escudo y se resarce una y otra vez. Y eso que hay argumentos de sobra para quemar la falla, no dar tregua y mostrar la evidente contrariedad por todo lo que está sucediendo sin que se cierre del todo el grifo de los despropósitos. Sin embargo, aunque haya que tragar saliva y hacer un ejercicio de paciencia y resistencia, la fidelidad está por encima de jugadores, entrenadores, direcciones deportivas y Consejos de Administración.

Es difícil de explicar esta adrenalina al que no la siente desde dentro. Cuesta entender (y a la vez es de aplaudir) ese impulso de una afición (y ahí me incluyo desde mi asiento de Tribuna Este Central) que lleva 19 partidos oficiales sin disfrutar de una victoria de los suyos, pero que el jueves los despidió ante el Atlético de Madrid en pie, con una ovación atronadora y con cánticos al unísono. Sensacional. Eso es mucho más que remar. Este es el Levante en su esencia más pura y los que no consiguen enderezar la situación deberían estar eternamente agradecidos. Por eso se premió el carácter y las ganas que imprimió el equipo desde que encajó el 0-1 y no hincó las rodillas tras el 1-2. Eso es lo que engancha a la grada: los bemoles y no la palabrería y el discurso fácil e impostado. Pueden salir peor o mejor las cosas, pero así y solamente así se recupera la identificación y se renace. Porque la lucha no se negocia y tiene premio.

Hacia mucho tiempo que no volvía a casa orgulloso del equipo y pensando que este es el camino, pero también siendo consciente de que no hay que hacerse más ilusiones de la cuenta y sí estar preparado para todo en estos dos duelos clave ante Granada y Alavés. Por mucho mensaje épico en las vías oficiales, el Levante sigue en la UCI, pero se ganó ante el Atlético un voto de confianza a base de orgullo, corazón y unión. Es que el Ciutat no pide otra cosa y cuando siente esa combinación lo agradece y corresponde. Hay que dar motivos y no siempre tienen que ser por parte de los mismos. Algo hay que recibir a cambio de los que se visten de corto. Y la realidad, aunque duela, es que desde que se esfumó el sueño de la final de la Copa del Rey, los cabreos han sido la tónica habitual y de ahí esa desafección por una sucesión de factores que hay que erradicar poco a poco: la autocomplacencia, la mínima exigencia y el miedo al abismo.

Porque estos jugadores, con un bloque continuista y que por un motivo u otro no se ha refrescado lo suficiente, se han acostumbrado desde la agónica permanencia en Girona en la temporada 2018/2019 a salvarse de manera holgada en las dos siguientes (y por supuesto que no le quito mérito), ahorrándose jornadas y dando muestras de haber podido obtener mucho más si hubieran apretado el acelerador. Ese es el miedo que tengo, el no saber gestionar la agonía clasificatoria actual y no escapar de un bucle que ya se extiende casi siete meses, aunque lo que ahora afectan son estas primeras once jornadas sin victorias con solamente seis puntos de los 33 disputados. Estos 19 enfrentamientos de Primera División sin ganar son el tercer peor registro en el siglo XXI, solamente por detrás de los 20 de Racing de Santander (2011/2012) y Córdoba (2014/2015), y los 21 de Osasuna (2016/2017).

Cada encuentro en el Ciutat es una montaña rusa de emociones. Ya ni pienso en el rival que está delante. Incluso prefiero que sea un miura porque el Levante ha demostrado que estos retos le activan, le ponen tontorrón, casi siempre corta oreja y hasta sale por la puerta grande. Hay que levantar cabeza ganando de una vez y da igual contra quién, cómo y dónde. El cuándo sí urge porque el fútbol no espera a nadie y ya se ha tropezado demasiado. No hay que pasar por alto la acumulación de contratiempos físicos que agudizan el escenario más si cabe. Combatir contra este lastre es un marronazo complicado de entender, digerir y gestionar. La previa ante el actual campeón liguero estuvo marcada por un dato que habla por sí solo: 15 jugadores de los 27 de la primera plantilla han pasado por la enfermería. De locos. Injustificable. De vital solución.

El 2-2 frente al Atlético dejó imágenes con mucho mensaje, para creer en que algo está cambiando y ha llegado el punto de inflexión aunque se siguiera sin ganar: Morales de espaldas y muy lejos del área de influencia sin querer ver el primer lanzamiento de penalti, el grito de rabia de todos en cada celebración de gol, Bardhi golpeándose el escudo cada vez que batía a Oblak desde los once metros, el sentimiento de pertenencia que transmite Pepelu, los ánimos entre los jugadores cuando no salían las cosas, la efusividad de Aitor Fernández en cada acción positiva, el corrillo y conjura final de todo el equipo en el centro del campo, con los aplausos y vítores del Ciutat, o el agradecimiento de los futbolistas a Levante Fans. Todos estos instantes se echaban en falta y refuerzan la autoestima.

"La afición es el jugador 12, nos ayuda muchísimo y le damos las gracias porque nos da ese puntito para ofrecer el máximo nivel", afirmaba el bigoleador Bardhi, que acabó con el maleficio de los penaltis. En el segundo hay que tener personalidad después de todas las tretas de los marrulleros jugadores atléticos para distraerle y que no lograra el empate. No voy a entrar mucho en lo de la posición del macedonio en el verde. Es evidente que fuera de la banda es un jugador diferencial. Eso era un debe de Paco López, pero tampoco hay que olvidar que no ha ayudado los frenazos que ha sufrido el talentoso centrocampista por las lesiones. Ahora es absurdo mirar atrás. Este es el Enis que nos enamora; un jugadorazo acorde al dorsal que luce a la espalda. A él también le pediría que enterrara la intermitencia y respondiera con regularidad a la confianza de Pereira. Con libertad de espacios ya hay mucho ganado.

Sumar de nuevo ante uno de los grandes supuso un subidón y algo a lo que estamos acostumbrados, pero no es suficiente. Fue una inyección de confianza. No obstante, la realidad, que no hay que pasar por alto, es que el Levante lleva mucho tiempo sin poder dar continuidad a los brotes verdes y pegar el estirón. De nada valdrá el puntazo si se vuelve a las andadas ante un rival directo, de tu Liga por la permanencia, de esos que está costando un mundo ganar o simplemente dar muestras de ser superior y merecer salir victorioso sin discusión ni condicionantes. Sería imperdonable regresar a la casilla de salida después de haber dado un paso al frente. Ha llovido muchísimo desde la última victoria (el 0-1 en casa del Eibar del 10 de abril de 2021) y aún hay que remontarse más atrás para encontrar el último triunfo en Orriols (el gol del Roger Martí en el 1-0 del derbi ante el Valencia que se jugó el pasado 12 de marzo). Hoy habrá que batallar contra el Granada en el reencuentro con Rochina, y de nuevo con el peaje de las bajas: la última la de Róber Pier, expulsado por doble amarilla con el tiempo cumplido. Es hora de coger aire y salir a flote gracias al primer +3. El Ciutat volverá a echar el resto.

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