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Qué perezoso te has vuelto, Valencia

Es tanta la placidez que acorrala al VCF que escuchar a Prandelli resulta novedoso, escandaloso, hasta revolucionario. No está contento con el empate de Riazor, abronca a su equipo ante la levedad del colectivo. ¿Qué quiere este hombre?

4/11/2016 - 

VALENCIA. Resulta desesperante comprobar hasta qué punto este Valencia -circunstancialmente- es un club perezoso que va alimentando su desgana desde las alturas y las alfombras hasta la llanura del césped. Zzzz. 

El otro día al acabar el partido contra el Deportivo el delantero Rodrigo Moreno -qué desagradecidos los que le piden a un atacante del Valencia que dé algo más que esforzados detalles- expresaba en el canutazo su satisfacción por haber empatado en Riazor. La media inglesa, el descenso un poco más lejos, sumar, sumar y sumar. El fiel reflejo de una renovada institución acostumbrada a conformarse con sus propias medianías. 

Rodrigo no tiene la culpa. Es lo que inculca ahora un gobierno emanando buenismo, para el cual todo está bien y es happy, todo es cuestión de tiempo y de dejar trabajar. Súper slow. El buen camino. Todo guay. Don’t worry, que lo ha dicho Layhoon.

Desilusión. La vida en el fútbol de alta competición requiere del extraño requisito de la exigencia. Entregarse a la placidez del humo y las buenas intenciones, de los futbolistas como chicos adorables y amigos a los que hay que apoyar hasta el fin, el relax como norma narcótica… acaba llevando a un equipo mustio por completo, de esfuerzos en vaivén.

Es tanta la placidez que acorrala al VCF que escuchar a Prandelli resulta novedoso, escandaloso, hasta revolucionario. No está contento con el empate de Riazor, abronca a su equipo ante la levedad del colectivo. ¿Qué quiere este hombre?, ¿está amargado y no le gusta participar de la filosofía yogui de este club amigable?

Me temo que más allá de arreglar los desacordes defensivos -y de rehacer algunas de sus elecciones equivocadas- el reto Prandelli es arrancar de cuajo este vicio del perezoso, estas maneras de dejarse llevar por el hastío y la desafección. La revolución de dejar de escuchar a los jugadores del Valencia complacerse por un mal empate en A Coruña. Resulta revolucionaria su lucha. 

De repente una oportunidad única: un hombre que se ha dado cuenta de que la tumba para este equipo es su propia pereza, constantemente nutrida desde arriba. Prandelli, inténtalo. 

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