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bombeja agustinet! / OPINIÓN

Que Quico vuelva a ser Quico

22/10/2021 - 

VALÈNCIA. Es difícil determinar en qué momento Quico Catalán dejó de ser Quico Catalán, de la misma manera en que Manolo Salvador dejó de ser Manolo Salvador, cuando el Llevant bajó a Segunda en 2016 y fue destituido, según explicó con estas mismas palabras el propio Quico Catalán, que en 2023 cumplirá tres lustros al frente de la nave levantina.

Las estructuras de poder que se prolongan en el tiempo acaban más obsesionadas por perpetuarse que por gobernar. Demasiados síntomas indican que Catalán y su doble consejo (oficial y consellers) están cayendo en dinámicas viciadas y rutinas peligrosas. El presidente granota es una persona astuta y algunos de los que le asesoran también, especialmente su propio padre, Pedro Catalán, uno de los grandes artífices en la sombra del gran Llevant de la última década. Sin embargo, Quico, como les sucede a tantos líderes, vive encerrado en una burbuja de elogios y palmadas que le dificulta oler la realidad de la grada.

Ha pasado una semana y el Llevant no ha pedido disculpas públicas a su afición por el esperpéntico espectáculo de la Grada Gedesco, que tanto recordó a la batucada de las primas de Ricardo Lima en tiempos de Villarroel. En paralelo el club se compadece del escaso éxito de la campaña de abonos y asistencias. ¿Quién se atreve a plantear al presidente que quizás algo no se está haciendo bien del todo? Desde fuera parece lo de siempre: no hay atisbo de autocrítica y sin autocrítica no hay crecimiento; hay el estancamiento actual. Desde dentro todo es culpa de los demás y la hinchada es desagradecida. Desde dentro estás conmigo o contra mi, sin término medio. Cada día más. Y el abismo crece.

Hay carencias estructurales que el Llevant no ha corregido mientras disfrutábamos de la mejor década de nuestra historia. Se han hecho un puñado de cosas bien, de las cuales sentirse orgullosos, pero se han descuidado los detalles que permiten a un equipo de fútbol fidelizar a sus huestes. Tampoco se ha inyectado en la estructura del club la sabia nueva que contribuya a dar un giro a algunas políticas. Tras el ascenso de 2010 el club dio un giro copernicano, ofreció una imagen inédita y alimentó la ilusión del levantinismo durante años. Luego se bajó la guardia. Se priorizó, como decíamos, perpetuarse a gobernar, cuando la forma más eficaz de perpetuarse es gobernar; bien, claro.

Ahora que se está levantando un hogar inmejorable para la parroquia granota es fundamental menguar el abismo entre grada y palco, reilusionar a la gente (más allá de que entre la pelotita), hacerla sentir partícipe del proyecto y, cómo no, fidelizarla y que cada temporada hayan listas de espera para conseguir un abono en el nou Orriols. Hay que cambiar cosas. Que Quico Catalán vuelva a ser Quico Catalán, que consiga destruir las membranas de autoprotección que ha creado entorno a él para mejorar la gestión del club, en todos los ámbitos, de forma sustancial. Ojo: no hablo de una mano de pintura, sino de una reforma profunda que permita consolidar lo conseguido y seguir creciendo. Eso es lo que necesitamos. Tanto como ganar.

El mal inicio de Pereira.

Ante el peor equipo que ha pasado por el Ciutat en mucho tiempo, Pereira tuvo un debut agridulce y cometió algunos errores de bulto. El principal fue la falta de ambición: con Sevilla y Atlético en el horizonte, urgía, por muchos motivos, sumar de tres ante el Getafe, pero con una apuesta muy conservadora se estuvo más cerca de perder que de ganar. El equipo mostró un alarmante colapso creativo. Sin embargo el nuevo míster no recurrió al futbolista más capacitado para mover al equipo, filtrar balones, dar asistencias o jugar el balón parado. Pepelu chupó banquillo. No fue el único: el equipo se cayó físicamente en el último cuarto y se desestimó refrescarlo: dos cambios sin hacer, uno en el 91’ y otro en el 76’. Y por último, se arriesgó con Soldado al límite. Salido de una lesión, tuvo que pedir el cambio con molestias tras vaciarse en el campo. En la rueda de prensa Pereira se excusó en el temor a desentramar un frágil tejido defensivo, una explicación plausible pero escasamente convincente. Sea como sea hay que dejar evolucionar al equipo con más semanas de trabajo a las órdenes de Pereira, pero las primeras sensaciones no invitan al optimismo.

La pesadilla de 2016.

Aquel curso, al final de Liga, el Getafe y Llevant ocupaban plaza de descenso, como ahora. Navarro y Pedro López estaban en el equipo, como hoy en el aparato deportivo. Ellos deberían recordar mejor que nadie que aquel año llegó Ghilas. Por lo que ha trascendido de que vamos a por un “delantero tanque”. Ese año había una buena plantilla, como este. Se destituyó a Alcaraz tras la jornada 11 y llegó Rubi, a quien se mantuvo pese al obvio rumbo de colisión del equipo. Se prefirió, sin embargo, morir con las botas puestas a reconocer el error en la elección del entonces bisoño técnico catalán. Manolo pagó los platos rotos. Manolo dejó de ser Manolo, pero fue el cabeza de turco. ¿Y ahora?

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