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Bombeja Agustinet!   / OPINIÓN

Queda el escudo

12/02/2022 - 

VALÈNCIA. Ahora resulta que Lisci mató a Manolete. Acaba de saberse que el yunque de la adversidad no fue una ocurrencia de Paco Gandia. ¡Vino desde Italia en barco! Y hemos pasado de la ovación cuando Pau Ballester anunciaba por megafonía “i Alessio Lisci, el nostre entrenador” a que algunos lo acusen de todos los males del equipo. Una esquizofrenia muy propia de nuestro tiempo, del fútbol moderno y del peso de las redes. La frustración trae estas cosas y el levantinismo, hundido y desesperado, es campo sembrado para el linchamiento. ¿Para qué? Quién sabe. Se impone señalar a alguien (a ser posible en una posición débil) y masacrarlo. Sin matices. Sin atenuantes. A saco. E la vita va.

A Lisci se le pedía un milagro, a pesar del hundimiento anímico del vestuario y de todo el levantinismo. De momento ha logrado una mejoría en el juego, en algunos partidos, que sin embargo no ha sido suficiente para activar una reacción eficaz. Tampoco se lo han puesto fácil. El club ha cometido el error de no aprovechar el mercado de invierno para aligerar una plantilla atenazada por futbolistas tóxicos, con la cabeza fuera del club desde mucho antes que aterrizara el romano. Los milagros se construyen. Y este pasaba por un vestuario convencido y comprometido. Mejor machacar al romano, que lleva diez años en Buñol trabajando a destajo que a unos cuantos de los que se visten de corto y que han demostrado, chasco tras chasco, tener un escaso respeto por nuestro escudo. No sea que se moleste alguno de sus representantes.

••• LA “FINAL” DE GETAFE. En el coliseo, el Llevant fue un equipo arrasado, sólo explicable desde la falta de implicación de unos cuantos futbolistas que facilitaron la victoria azulona. Es un problema de actitud, de que el Getafe puso una marcha más. Es evidente que la caraja que desemboca en el 1-0 (40”) no es culpa de Alessio. Y eso que todos sabían, como confesó el propio Postigo, que era una final. ¿Por qué siguen ofreciendo un nivel tan por debajo de sus posibilidades unos cuantos futbolistas del Llevant? ¿Por qué no han levantado cabeza, más que en fogonazos estériles, sin continuidad, desde que se perdió la semifinal copera ante el Athletic? La culpa es de los jugadores que se han dejado llevar, por comodidad o pereza, y por supuesto de quienes lo han consentido, desde el banquillo o desde las oficinas… pero ¿del último en llegar? ¿Tiene Lisci la culpa de que sus chicos no entiendan el concepto “comerse la hierba”?

 

••• ¿Y AHORA QUÉ? No llega cualquier Betis, sino el mejor de la historia. ¿Qué queda para abordar este reto mayúsculo? ¿Y contra los que vendrán después, qué? Queda respetar el escudo. No como en Villarreal, en Getafe o en el Camp Nou, sino como ante el Madrid, el Atlético y el Mallorca, o ante el Valencia y el Cádiz, sin suerte. Queda el partido a partido, sin ver más allá. Por el escudo y por la dignidad del club, por la afición, por ellos mismos, los futbolistas; porque el club está en la estacada pero también salen salpicados del fiasco sus jugadores a título individual. Hay algunos de los que no se espera apenas nada, pero otros podrían ser el bastión sobre el que defender el orgullo de la afición, no de los levantinos de aluvión que desaparecerán en Segunda, sino de los inquebrantables que seguirán donde, cuando y como sea.

Queda el escudo, que es lo más importante. Morales, Roger, Pepelu, Alessio, el propio Postigo, Aitor o Cárdenas deberían ser capaces de explicar al resto que, más allá de la tabla clasificatoria, el once que salte a Orriols ante el Betis debe morir por cada balón y por la victoria. Si la imagen va a ser la de Getafe, van a convertir los cuatro meses que restan en un infierno. Ellos son también quienes pueden evitarlo. El escudo merece respeto. Queda el escudo. Que no es cosa minsa.

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