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análisis | la cantina

Queralt Casas, tan buena con tan poco

11/02/2022 - 

VALÈNCIA. Ir al baloncesto sin la presión de tener que escribir una crónica, como me pasó durante lustros, es una bendición. Así, sin prisas ni angustias por la hora de cierre, disfrutas del baloncesto de otra forma y, encima, puedes dejar que la cabeza vuele libremente. Un ejemplo: últimamente me ha dado por fijarme en cómo maneja los pies la fabulosa Cris Ouviña. Y durante un minuto dejo de ver el partido para concentrarme únicamente en cómo corre de puntillas y cómo esos pies se desplazan como centellas. O me dedico a escudriñar la relación de Ángela Salvadores con sus compañeras en la cancha. O que Anna Gómez no deja de animar al resto del equipo aunque no juegue ni un minuto…

Pero no hay partido que no me haga la misma pregunta: ¿Cómo puede ser tan buena Queralt Casas con (aparentemente) tan poco? Y veo esa extraña mecánica de tiro y cómo algunas rivales tratan de desestabilizarla flotándole, y entonces llego a una conclusión: “Es que no es tan buena”.

Pero estoy muy equivocado.

Segundos después de este pensamiento, Queralt, una veloz escolta de 1,78 del Valencia Basket, corta la zona y acaba con una canasta a aro pasado o mandando el balón a una esquina para que una compañera la meta de tres. En la siguiente jugada roba el balón e inicia un contraataque. Y en la siguiente coge a la estrella de las rivales y le aprieta las clavijas. Y, de repente, compruebas que ha sido capaz de cambiar el partido en apenas cinco minutos.

Esto no es solo una percepción. Los números lo respaldan: no hay otra jugadora del Valencia Basket que, con ella en la cancha, logre más diferencia de puntos a favor del equipo. Con diferencia.

Y luego está su actitud en la cancha. Su coraje, esa mentalidad contagiosa de llevar el colmillo siempre afilado y esa capacidad para reírse si pasa algo gracioso en un momento dado. Está claro que Queralt Casas es una de esas jugadoras diferentes.

Queralt es de Bescanó, un pueblecito del interior de Girona donde creció sin dar un respiro. Era una de esas niñas hiperactivas a quienes nunca se le acaban las pilas. Un trasto, dice ella, casi arrepentida de la vida que le dio a sus padres. El deporte, como para tantos y tantos niños así, fue ideal para desfogarse. Probó con el fútbol y el tenis, pero lo que realmente se le daba bien era el taekwondo. Aquella niña de pueblo llegó a ser varias veces campeona de Cataluña.

Hasta que un día probó con el baloncesto. Siempre se ha puesto muy nerviosa y es muy probable que un deporte de equipo fuera más conveniente para ella que uno individual en el que no se puede repartir la presión. Queralt era tan eléctrica físicamente que no tardó en prosperar como jugadora de baloncesto. Del Pompeu Fabra pasó al GEiEG de Girona. Y, con 14 años, se fue a Barcelona para jugar en el Siglo XXI. Allí, dejándose modelar por Ramón Jordana, estuvo hasta los 18. Por el camino fue alimentando su fama de gran promesa del baloncesto español y cada verano volvía con una medalla de la selección de española de su categoría. Hasta que dio el salto a la élite.

Primero el Filter Mann de Zaragoza y después el Rivas Ecópolis. Luego la salida al extranjero y sus traumáticos inicios en el Galatasary, donde no entendía nada de turco y tampoco hablaba una palabra de inglés. No se marchó porque la arropó la base catalana Núria Martínez. Cuando volvió a España ya era una mujer madura que, después de pasar por el Nantes y el Landes, hablaba catalán, español, inglés y francés.

Desde 2013 forma parte de la selección española absoluta. El primer año entró al vestuario y se quedó con la boca abierta. Allí estaban leyendas como Elisa Aguilar, Laia Palau y, sobre todo, Amaya Valdemoro, su ídolo, a quien llegó a imitar durante un tiempo poniéndose una cinta del pelo. Un día, después de una bronca, la buena de Amaya se acercó y le dijo que tenía mucho futuro, pero que debía tener paciencia. Queralt se quedó en shock.

La catalana no quería precipitar su vuelta a España porque sabía que si lo hacía no volvería nunca más al extranjero. Pero el proyecto del Valencia Basket era demasiado apetitoso. Aquí encajó desde el primer minuto y Rubén Burgos, que es un maestro para tratar a las jugadoras, le dijo algo parecido que Valdemoro, que no tenía prisa. Queralt Casas acabó como la MVP de la Liga Femenina.

Aquí está cómoda y, a sus 29 años, suma ya más de cien partidos con el Valencia Basket. En los últimos años, siempre con su perrito ‘Pam’ -como la mascota del equipo- al lado, estudió el ciclo formativo superior de Educación Infantil. Ahora le ha dado por el PER, el título de patrón de embarcaciones de recreo, para cuando llegue el verano y pueda escaparse a la Costa Brava para navegar con el Cap de Creus de fondo. Allí se reencuentra con sus padres, Joan y Marta, y con su hermano, Guillem Casas, con quien ha montado en Girona Extra Time, un centro para mejorar de manera individual en el deporte. Cuando abres la página web de Extra Time, encuentras una frase lapidaria de Queralt Casas: “Que siguis especialista en alguna cosa, no vol dir que no siguis capaç de fer-ne d’altres” (Que seas especialista en alguna cosa, no quiere decir que no seas capaz de hacer otras).

Ella siempre parece una mujer fuerte, inquebrantable, pero a veces engaña y ya ha vivido en la cancha algún episodio de pánico. Un día, después de un partido en el que se puso a temblar, tomó la sabia decisión de ponerse a trabajar con un psicólogo. “La mente es importante que el físico”, dijo entonces. Pero esa especie de miedo escénico vuelve de vez en cuando y ha llegado a rogarle a su entrenador que no la saque. Rubén Burgos no hace caso, claro, y Queralt suele sobreponerse para acabar imponiendo su ansia por ganar y por ser mejor. Por eso, tal vez, tiene tantas supercherías. No es fácil sacárselas porque piensa que parecería que está chiflada, pero alguna vez ha contado que, por ejemplo, empieza a vestirse siempre por el lado derecho.

Yo no creo que esté chiflada. Al contrario, pienso que es un gran valor para el Valencia Basket y, además, una mujer diferente, algo que yo, harto de deportistas mimetizados, agradezco. Aunque luego vaya a la Fonteta, me quede mirándola y me pregunte: ¿Cómo puede ser tan buena Queralt con tan poco?

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