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Bombeja Agustinet! / OPINIÓN

¿Quico vete ya?

10/02/2022 - 

VALÈNCIA. Tras años de escasa autocrítica, Quico Catalán no sé si es consciente (ni cuánto) de que el club necesita una profunda y urgente regeneración. Quizá está desbordado por la realidad y no lo ve. Quizá nadie de su entorno se lo insinúa (aunque me consta que sí). Es cierto que no han sido años fáciles. Ni para él ni para nadie. Por la pandemia sobre todo y, en su caso personal y profesional, también por los problemas de salud del consejero más determinante de los quince últimos años, los mejores de nuestra historia, Pedro Catalán.

Aún con estos atenuantes, el Llevant ha concatenado malas decisiones en la gestión deportiva: estructura y filosofía de la dirección técnica; gestión de plantilla (contratos largos, fichas altas, pérdida de valores…); mala planificación de la actual temporada; destitución de López en la jornada 8, sin una alternativa de garantías, etcétera. Este cóctel, aderezado por el farolillo rojo y el récord de partidos sin ganar ha precipitado la aparición de otras críticas, de índole estructural, que quedaron solapadas mientras entró el balón, entre las que destaca el actual endeudamiento. Todo junto y revuelto pone en jaque el liderazgo de Quico, por primera vez desde su llegada en 2008.

No estoy seguro de que Quico vaya a asumir que su misión como presidente, ahora mismo, es liderar una reforma profunda en el Llevant que evite el caos, al que indefectiblemente conduciría no hacerlo, ya que empeoraría el creciente divorcio con la afición. Tampoco sé si se da cuenta de que ese proceso de regeneración es inaplazable y que, ni siquiera una milagrosa salvación, lo detendría.

La construcción de un Llevant mejor, más sólido y de todos, desde la base del actual, requiere generosidad y comprensión por todas las partes. Quemar la falla es una tentación muy valenciana. Como convertir esto en un vodevil de buenos y malos. Ojo también con el río revuelto y la ganancia de pescadores. Lo que urgen, por el contrario, son análisis en profundidad, críticas constructivas y soluciones estructurales. En el fútbol y en la vida, ahora y siempre, ésa es la forma más práctica: una transición sensata en la que se mantenga la estabilidad.

No existe una alternativa plausible a Quico pero eso no justifica que el presidente tenga un cheque en blanco, ni mucho menos. Nada lo hace. Ni ahora ni nunca. Actuar de espaldas a un amplio sector del levantinismo, además, representa cavar una tumba húmeda y profunda que no beneficiaría a nadie. Hace años que desde esta columna se reclama una revolución desde arriba que aborde  todos los cambios profundos que el Llevant necesita en su estructura del club: regeneración, transparencia, profesionalización, democratización, identidad, valores. Ahora todo se ha precipitado.

No es descartable, por cierto, que en algún momento Quico entienda que ha llegado el momento de explorar otras opciones vitales (el Madrid, la Liga, la política municipal…). Unos cuantos descorcharían el champán, pero el levantinismo perdería al gestor más eficaz que ha tenido en su historia y también la posibilidad de acabar la reforma de Orriols, construir la ciudad deportiva de Natzaret, cumplir los compromisos económicos o liderar la transición a un modelo de club más poderoso y democrático. ¿O es que existe algún levantinista capaz de liderar todo esto con cierta garantía de éxito? Quizá sí y yo no lo conozco. Quizá es la pregunta que muchos debieran hacerse, entre tanto ruido de sables. Aunque esto, ahora mismo, se antoja secundario. La prioridad es mostrar la inequívoca voluntad de acometer profundas reformas estructurales en el club y mostrar una hoja de ruta creíble e ilusionante. Antes de que todo estalle.

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