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OPINIÓN

¿Quién les toca la patata?

Nada está ocurriendo, porque la comunicación directa entre jugadores y entrenador es nula. La empatía, inexistente. La capacidad para penetrar en sus mentes y hacerles creer en él, en ellos, nunca dejó de estar instalada en la utopía gracias a la frontera idiomática

10/02/2016 - 

VALENCIA. En ocasiones, la magnitud de una tragedia se puede medir en pequeños gestos. Como el espectáculo de la rueda de prensa tras el 1-0 ante el Betis. Donde vimos a un Dir Com diciendo una cosa y el entrenador haciendo otra, incluso en un momento dado, poniéndose él a dirigir el turno de palabra. O levantándose, dejando al traductor a mitad camino para abandonar la sala.

Encontramos hechos como que a Suso, hasta ayer (lunes), no le dieron permiso para entrar al vestuario y hablar en grupo con los jugadores, o que en pleno derrumbe, la dirección del club brille por su ausencia. No hay voz, no hay mando, no hay rostro, no hay discurso... no hay nada.

Era demasiado creer que un novel fuera capaz de revertir una situación complicada. En estos escenarios se requiere de gente con galones, de un trabajo concienzudo y tirar de mucha psicología. Nada aportó Gary Neville. Al que ya se le nota superado por las circunstancias.

Mantenerlo en el cargo puede que sea una cuestión de orgullo. Pero no deja de ser el enésimo error cometido por el señor de Singapur. Es esperar que la providencia resuelva. Y aquí lo que resolverá será alguien que sea capaz de comunicarse con sus jugadores, llegarles a la patata, limpiarles la mente, insuflarles confianza con un trabajo exhaustivo en Paterna y un par de buenos resultados sobre el campo. Ideas claras y concisas.

Nada está ocurriendo, porque la comunicación directa entre jugadores y entrenador es nula. La empatía, inexistente. La capacidad para penetrar en sus mentes y hacerles creer en él, en ellos, nunca dejó de estar instalada en la utopía gracias a la frontera idiomática. Los Neville y el vestuario son como el aceite y el agua. Se juntan pero no se mezclan. Son sangrantes los espectáculos que se producen en el banquillo a cada jornada.

En la caseta no es muy diferente el ambiente. En esa parcela se rompió algo hace tiempo, y nadie se ha preocupado por arreglarlo. Vemos jugadores como Negredo luciendo un evidente sobrepeso, y nada ocurre. Ni tan siquiera le obligan a quedarse a hacer entrenamientos extra para ponerse a tono. El premio a su escasa voluntad fue nombrarle capitán por decreto y regalarle portadas todos los días de la semana.

La ausencia de rumbo y liderazgo en cualquiera de las parcelas es abrumadora en este Valencia. No quedan muchas esperanzas, más que esperar a que el resto de competidores por la permanencia, simplemente, sean peores y eso te permita sobrevivir con agonía en primera. Ya que la situación es la ideal para acabar donde el Llagostera.

Por no haber, no hubo ni grada. Convertida desde el pasado verano en un lastre. Entiendo, que ante el panorama, no hayan muchas ganas de ponerse a animar. Pero aquí está en juego el Valencia CF. En situación de jugadores en estado de bloqueo, devorados por la ansiedad, y tan temerosos que se derrumban al primer fallo, es básico ir eliminando cargas. No añadiéndoles nuevas.

Es lo único esperanzador en todo este asunto. La entidad, que debería ser la primera en tirar, sigue alejada de la calle. Ausente. El entorno, emputecido, aprovecha la situación para barrer para casa, sacar el bidón de gasolina, y seguir con sus cuitas editoriales. El Valencia está sólo, y necesita a los suyos. Que en escenarios como el actual son los que acaban sumando puntos. Máxime porque, a diferencia del último precedente, no existen generales como Marchena o Baraja que tiren del carro. Ese papel deberá interpretarlo a coro Mestalla.

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