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Quién… ¿pero qué Valencia?

9/07/2020 - 

VALÈNCIA. Resiliencia es el término que más odio del mundo. También es el que mejor se aplica para definir al Valencia. Si el Levante -que como todo el mundo sabe es el club más ejemplar y guay del Mediterráneao- ejemplifica la resistencia, el Valencia es la resiliencia. La capacidad para superar circunstancias traumáticas y seguir como si nada. Difícilmente evitamos que la riada anegue nuestros pagos, pero una vez lo ha hecho somos capaces de sobrellevar el trance y volver a poner en orden las cosechas.

De ahí que el exotismo del propietario invisible, los mensajes de su hija, las pulsiones comunicativas autoritarias, los mensajitos forzando autorías que el propio descrédito desautoriza… de ahí, digo, que todo eso no sean más que anécdotas coloristas para una institución acostumbrada a bailar al son del heavy metal. 

Es más preocupante, justo por esa ausencia de melancolía que tiene el club, la escasa atención al ‘qué’. Qué Valencia, de qué manera, para qué. Si el gobierno Lim tenía algún ‘qué’ (parece innegable su apuesta por entrenadores noveles y por la revalorización de jóvenes activos), se le ha acabado emborronando entre contradicciones y deslices.

Un qué. Qué Valencia.

Mi petición para cualquier fantasioso comprador, o incluso para cualquier propietario arrepentido, sería que, en lugar de encumbrar grandes figuras o prometer inversiones millonarias, atendiera a un modelo, a unas pautas que definieran una manera de ser como entidad. 

“Un Valencia con características muy acusadas”, decía ayer Martín Queralt en la SER, sobre un club en pasado, enfocando la carencia del momento actual donde el Valencia significa “nada”. Tampoco convendría idealizar lo que nunca sucedió, pero sí dibujar lo que debiera ser. 

Dibujemos…

  • Un Valencia con origen: Por mucho que los complejitos sitúen a los canteranos en la diana, es una señal simbólica que joyas a borbotones hayan salido en los últimos años de la cantera extendiéndose de aquí para allá. Desde Silva hasta Bernat pasando por Alcácer. Que este mismo Valencia, de manera espontánea, haya acumulado una columna vertebral con una significativa presencia from Paterna, requiere una lectura. Que este mismo Valencia, también, no sea capaz de conservar a Ferran, no haya generado un plan certero de desarrollo para Kang-in, especule sin criterio con Guillamón, refleja una incierta gestión de los activos jóvenes. El hilo del que tirar y con el que sin embargo se enreda. Requiere trabajo, también comprensión popular, pero el esfuerzo decidido para que las promesas duren más que un par de años relucientes dejaría un club reconocible. El Valencia necesita saber qué contarle a sus aficionados. Y el Valencia que se cuenta con Gayà, Soler o Ferran (claro, no todos los canteranos se comprometen) se entiende a la perfección. 

  • Un Valencia con estilo táctico definido: No sé cuántas oportunidades más son necesarias para desbaratar la fantasía de un Valencia de toque, de alegría ofensiva y primavera. El intento de Celades -¡qué bien ataca su Valencia!- es la última demostración. La conexión entre épocas viene dada por la firmeza grupal, la solidez defensiva, la verticalidad, el veneno ante el error rival. Saber a qué atenerse normalmente ayuda a optimizar recursos. Cambiar el guión a cada paso, contribuye a lo contrario. Comencemos por atrás, siempre.

  • Un club (hábilmente) vendedor: Que el Valencia venda jugadores es, en fin, un hábito con arraigo. Su sostenibilidad depende en parte de la venta. Pero precisamente por ese mismo historial, el club debe definir su manera de vender. Si vender es algo inevitable porque no hay un proyecto alternativo que darle a los jugadores que despuntan, o si puede apurar parte de sus mejores años para venderlos al precio más ensanchado. Una cuestión de momento. 

  • ‘El club que sobrevivió a sí mismo’: A pesar de las lecturas recurrentes, el Valencia es un caramelo para cualquier entrenador con necesidad de renacer. Ante una entidad desbocada, hay más que ganar que de perder. Se da por hecho que el Valencia, de una coz, te puede hacer fuera, pero si consigues domar esa fuerza, el prodigio será mayor. El factor sorpresa que conlleva estabilizar al club es un arma narrativa de primer orden. El trance de una década societaria tenebrosa, la conversión del València en un activo victimizado por la crisis inmobiliaria española, es un punto de partida hábil desde el que cambiar el sentido. Un club que sobrevive a sí mismo después de un proceso de autodestrucción es más sexy que los que siempre andan limpios. 

Seguiremos dibujando. 

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