VALÈNCIA. “Papá, ¿qué tenemos que hacer para conseguir entradas de la final?”. Ni siquiera lo había llegado a saludar antes de entonar la pregunta. Mi padre, mientras, me recibía desde la puerta de casa con una sonrisa de esas que resulta difícil de olvidar. No sé si la suya o la mía. Quizá ambas. Y es que han pasado más de 21 años, que se dice pronto. ¡21 años del día en el que por primera vez sentí de verdad que mi Valencia podía ser campeón! Era la noche del 9 de junio de 1.999. No es menos cierto que en el 95 había tenido lugar la final de la lluvia -me cogió siendo un niño- e incluso un año después el equipo de Luis Aragonés y Mijatovic tuvo opciones de alzar el título de Liga hasta el último partido, pero como la euforia de los minutos posteriores al famoso 6-0 en la Copa del Rey frente al Real Madrid, recuerdo muy pocas cosas. Para los más jóvenes, para aquellos que no la vivieron, una de las noches más felices para toda una generación. Un triunfo que dio paso a la inolvidable final de Sevilla y al inicio del mejor Valencia de la historia.
La visita del actual campeón a Mestalla siempre es especial. Tal vez, el cara a cara más esperado de la temporada para la siempre fiel afición del coliseo de la avenida de Suecia. Ahora sin la posibilidad de pisar el campo y con una clara desafección por todo lo que rodea al club, parece que el del domingo es un partido más. Yo me niego a pensar así. Porque aunque, a priori, haya una diferencia estratosférica entre ambas plantillas, este tipo de encuentros suelen contar con un guion inesperado. Desde el mencionado 6-0, pasando por la remontada con los cabezazos de Fernando y Roberto o la exhibición con la que Vicente Rodríguez amargó el debut de Zidane en nuestra Liga. Un campeonato, aquel 2001-2002, que terminaría por teñirse de blanquinegro.
Seguro que tú, amig@ lector@, tienes algún momento de los Valencia-Madrid que te hace dibujar una sonrisa cada vez que te viene a la mente. Precisamente a ese sentimiento quiero acogerme centrando ya la mirada en el próximo fin de semana. A la grandeza de lo vivido para no desfallecer. Para creer que Jaume -si juega- volverá a ser el de la final de la Copa y no el del pasado domingo; para comprobar cómo el carácter de Gabriel es capaz de contagiar a sus compañeros; para que Gayà lidere desde el carril zurdo a un grupo de jóvenes con hambre; para comprobar como la mejor versión de Carlos Soler volverá desde la posición que le vio crecer en la Academia de Paterna; o como Maxi está llamado a ser la referencia de presente y futuro del fútbol uruguayo.
Pero si hay un futbolista por el que tendremos que estar pegados a la pantalla del televisor ese es, sin duda, Yunus Musah. Su galopada ante el Getafe es tan solo la punta del iceberg de lo que puede llegar a ser el internacional estadounidense de nuevo cuño. Pocos jugadores cuentan con la potencia del todocampista. Y digo bien, todocampista. Porque esta joven promesa apena lleva actuando unos meses por el flanco derecho de la medular. Durante toda su formación lo hizo por el centro o, como a él más le convence, como interior en un 4-3-3. Para mí, su posición ideal y en la que creo que puede dar su mejor versión. Este parón lo veremos debutar seguro con la camiseta de las barras y estrellas. Allí, su progresión no pasó por alto de un valenciano y valencianista que hoy presume de ser el assitant coach de uno de los combinados con mayor perspectiva de futuro. Nico Estévez lo sabe y al otro lado del Charco creen en Yunus. Ha nacido una estrella y yo quiero disfrutarla...empezando por este fin de semana.