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CRÍTICA DE CINE

'Quo Vadis, Aida?': La memoria de los Balcanes

7/05/2021 - 

VALÈNCIA. En 1995, en la región de Srebrenica fueron asesinadas más de 8.000 personas de etnia bosnia musulmana (la mayoría hombres) durante la Guerra de los Balcanes. Una masacre que fue considerada como genocidio en una zona que supuestamente había sido declarada como segura por la ONU. 

Esta herida todavía sigue abierta, por eso la cineasta bosnia Jasmila Zbanić decidió volver la vista a este pasado todavía cercano y terrible para recordar las atrocidades que se cometieron con total impunidad frente a los ojos de la comunidad internacional. 

Quo Vadis, Aida? nos adentra en este doloroso episodio histórico a través de los ojos de una mujer, Aida (Jasma Đuričić) que ejerce como traductora para la ONU. Todas las conversaciones entre los distintos bandos pasarán por ella, convirtiéndose sus palabras en auténticas bombas de relojería que hablan de intolerancia, por un lado, y de impotencia por otro, según se trate de verdugos o de víctimas. 

La directora apenas da tiempo al espectador a situarse dentro de ese polvorín cuando vemos a miles de personas escapar de las matanzas e intentar ponerse a salvo en los refugios, a modo de campamentos de guerra, de la ONU. Sobrepasados por las circunstancias y sin órdenes concretas, los cascos azules y sus altos mandos holandeses se verán superados por la magnitud de los acontecimientos, con pabellones repletos de heridos, de personas hambrientas y una multitud que se agolpa tras unas puertas que ya no dan cabida a nadie más. Resulta escalofriante cómo Zabanić retrata este espacio repleto de cuerpos que sufren y se encuentran aterrorizados, una masa informe que se agolpa frente a nuestros ojos provocando un impacto de enorme dureza expresiva. 

En medio de todo ese caos, Aida lucha por su familia, por su marido y sus dos hijos. Sabe que si son capturados por el ejército del general Ratko Mladic serán asesinados. A lo largo de la película la veremos, en una frenética cuenta atrás hacia la catástrofe, enfrentarse a todo para salvarlos, con desesperación, con tenacidad, con valentía, con ese impulso irracional que solo nace de las entrañas. Todo ocurre con la rapidez de un rayo y el personaje se encontrará en perpetuo movimiento, subrayando la naturaleza física de un relato en el que palpita el horror por la supervivencia.

 

A Zabanić no le hace falta enseñar la violencia de forma explícita para que sintamos el malestar y la nausea, pero sí que nos enfrenta de forma frontal a la ignominia, convirtiéndose así la película en un grito de desesperación en carne viva. Sabemos cómo va a terminar todo esto, y quizás por esa razón el viaje hasta el trágico final todavía resulta más desolador.

El espectador se convertirá así en testigo mudo, a través de un tratamiento inmersivo, en ese espacio claustrofóbico que se asemeja al infierno. Y la crudeza de todo lo que vemos, duele, desgarra, porque está narrada con una honestidad descarnada. 

La directora, que nació en Sarajevo en 1974, ha convertido estas heridas y traumas de su pueblo en el núcleo de su filmografía. En 2006 ganó el Oso de Oro de Berlín por Grbavica (El secreto de Esma) una película que hablaba desde la distancia del odio racial enraizado en su pueblo y de sus secuelas en las nuevas generaciones. Aquí se sumerge en el ojo del huracán como hacía tiempo que no veíamos, desde una perspectiva rigurosa y humana, sin condescendencia ni artificios. 

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