VALÈNCIA. Mantener el tipo como lo hizo el Valencia el martes en Old Trafford no está al alcance de cualquiera. Pese al mensaje triunfalista que se había extendido tras la victoria en San Sebastián y la derrota de los de Mourinho ante el West Ham consistente en minimizar las virtudes del United haciendo alusión a su ‘mal momento’... una cosa es opinar a priori y otra bien distinta presentarse en un escenario legendario como Old Trafford, arremangarse y plantar cara a una nómina de futbolistas extraordinarios. El Valencia lo hizo el martes y asentó sus reales en tierras británicas para confirmar que la mejoría es un hecho y además lo hizo enfrentándose -también- a un arbitraje vergonzante y hogareño. Marcelino ha hecho un ‘reset’ en el equipo y este está respondiendo con el esfuerzo y la solidaridad que le venía faltando hasta llevarlo al borde del ridículo en la noche de la Juventus. Perece claro que más allá de las ausencias, que se hacían notar y mucho, hubo cierta desconexión en el grupo que lo alejó del rendimiento que pudimos ver la temporada pasada y también parece claro que está retomando el rumbo y vuelve a merecerse la etiqueta de “equipo” con todo lo que ello conlleva. Pero los futbolistas deben saber – y seguro que Marcelino se lo recuerda con frecuencia- que dicha etiqueta no es vitalicia sino todo lo contrario: cuesta mucho conseguirla y se pierde en un suspiro. Porque el talento sin una dosis altísima de esfuerzo puede alcanzar para sobrevivir en la Liga pero no para conquistar las metas que se espera de este equipo y, aunque con total seguridad fue fruto de un resorte del subconsciente, el Valencia había entrado en la temporada sin la intensidad y la atención necesarias. Algo que debe servir de aprendizaje para no volver a caer en la insustancialidad en la que se había caído y debe hacer mirar con ambición y confianza el futuro.
Antes de navegar por un calendario ‘razonable’ tanto en Liga como en Champions queda el atracón de mañana, y con el FC Barcelona sucede algo similar a lo del pasado martes con el United: no falta quien, desde el corazón, extiende vaticinios henchidos de optimismo aludiendo a las tres últimas jornadas en las que el equipo de Valverde sólo ha sido capaz de sumar dos puntos, que Umtiti posiblemente no llega, que Luís Suárez anda tocado y que Piqué está ‘como la chata’ – y es verdad- pero mejor será que ese optimismo no se convierta en adormidera para el vestuario y que sean capaces de interiorizar la necesidad de mantener un nivel altísimo en todas las facetas del juego para doblegar al Barça. La mejoría es real pero no es completa y quedan asignaturas pendientes que aprobar: es necesario mejorar la eficacia anotadora porque los números siguen siendo muy pobres sin descuidar la retaguardia y el Barcelona, por muy mal que esté o que dicen que está, no te va a permitir conquistar tres puntos sin sudar tinta y sin , además, desplegar todo el talento que sea posible. Hace once años que el Valencia no consigue una victoria en Mestalla sobre el Club ‘blaugrana’ y ese dato evidencia la extrema dificultad que entraña el encuentro de mañana. Creo importante resaltarlo por dos cuestiones: una, para que nadie caiga en la tentación de relajarse pensando que el equipo ya ha alcanzado al nivel adecuado y... dos, para conceder el extraordinario mérito que supondría el conseguirlo mañana.