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13 de noviembre / OPINIÓN

Responsabilidades

27/04/2021 - 

VALÈNCIA. La decepción es una reacción mental al reajustarse a la realidad después de descubrir que las cosas no son como creías que eran. Un sentimiento que en el fútbol fluctúa a una velocidad supersónica, descontrolada y con consecuencias más dañinas que el propio perjuicio deportivo. Puede resultar sorprendente lo rápido que cambia el estado de ánimo. Ese desencanto genera un desapego cuando las cosas se hacen al revés y se tiende a vivir de rentas. Es peligroso desperdiciar lo conseguido y hacer un mal final de temporada por el simple hecho de considerar (o dar a entrever) que la faena está hecha antes de tiempo, con los daños colaterales que puedan quedar para el siguiente ejercicio. Lo que es innegociable es la identidad, el compromiso, la implicación, el sentimiento y la actitud. La ausencia de cualquiera de estos factores se castiga, pero no solamente en Orriols. Una acumulación de requisitos que conforman la fórmula del éxito, de la fidelidad absoluta, y son la vitamina para subsanar las carencias y minimizar los impactos cuando las dinámicas son negativas y los resultados no llegan. Pero cuando no hay rastro, la ruptura es evidente e insistir en las excusas se convierte en una tomadura de pelo. Hay que exigir responsabilidades por mucho que se haya acariciado la gloria. ¿Qué queda de aquel levantinismo unido tras la Copa del Rey?

Paco López expuso una realidad que ya no se sostenía. Por supuesto que él tiene su porcentaje de culpabilidad (que cada uno le ponga la cifra que considere más adecuada) y en Elche entonó el mea culpa. ¿Debió hacerlo antes? Sí. ¿Resultaba imposible defender lo indefendible? Totalmente. Con esa sobreprotección se estaba autodestruyendo. Su discurso ‘paternalista’ a un vestuario (no salvo a nadie porque este estropicio es culpa de todos) con un compromiso cuestionable (por ser benévolo) le ocasionaba un daño considerable. Lo del escudo perfecto tantas veces repetido. Sin una palabra fuera de tono y en dos minutos plagados de una autocrítica inédita en las ruedas de prensa telemáticas, Paco se cansó de salir a dar la cara por los demás y que se la partan. Su paciencia caducó.

Su cara cada vez que lo enfocaban durante el último cara a cara describía perfectamente lo que le rondaba por la cabeza. Un giro a su discurso desde la sensatez (esa que también tuvo Postigo), pluralizando decepciones que se han sucedido desde que se acarició la final de La Cartuja. Un despropósito que no se reduce a la derrota en el Martínez Valero. El caparazón se ha hecho añicos (y es una gran noticia), ese que salvaguardaba a los jugadores, pero también a la dirección deportiva, a los servicios médicos, al presidente Quico Catalán y al resto del Consejo de Administración. Hay que hablar con la claridad que este panorama desalentador merece desde todas las vertientes. Ser profesionales. Hay que quitarse la venda y dejar de justificarlo absolutamente todo.

"Es de las pocas veces en tres años y medio que no tengo defensa sobre el partido que ha hecho el equipo. El máximo responsable soy yo y algo no estaré haciendo bien porque el equipo no ha dado el nivel mínimo exigible. Soy consciente de que se pueda interpretar una falta de actitud. Ha llegado un momento que el acierto también hay que exigírselo al futbolista”. De estas palabras hay que pasar a los hechos y tomar decisiones valientes y contundentes. Hay más en juego que sellar una permanencia que aún no está conseguida porque habrá que sumar tres puntos cuanto antes para no ir con el gancho hasta el final. Es incomprensible reventar una temporada de estar manera, viviendo de momentos de frenesí (la Copa o las victorias en Valdebebas, el Wanda Metropolitano o en el derbi en el Ciutat), de la autocomplacencia, de la falta de ambición, de tener el derecho a bajar el pistón y dejarse llevar, de generar una desafección con el aficionado o de apagar la llama de la ilusión de ese pequeño granota que le mola lucir con orgullo la camiseta de su Levante y ahora ve como no hay momento para sacarla del cajón.

Porque esos nanos no entienden de números, de tácticas, de discursos, de debates en redes sociales, de fotitos inapropiadas en Instagram tras consumar ridículos, de sonrisitas antes y después de cada partido, de si Morales merece o no ser titular. ¿Cómo les explicas sin que pierdan la ilusión que ese equipo que estuvo a punto de jugar una final de la Copa del Rey está ensuciando sus colores? La pérdida de esta química duele más que la caída libre actual y esos puntos que se van por el sumidero. Recuperar esa sintonía es más importante que acabar por delante del vecino; la de ese aficionado de cualquier edad que se muere de ganas por volver al estadio y no para disfrutar de un concierto de Aitana, Loquillo o Miguel Bosé. Porque como entona Levante Fans… aquí se viene a pelear por el escudo.

Está claro que Paco no puede meter la pierna, correr por sus jugadores, ni saltar al campo para evitar los horrores defensivos. Los principales culpables son los futbolistas (generalizo por no hacer sangre en vergüenzas individuales), pero sí es el responsable de la gestión, de la meritocracia, de tomar decisiones, de mantener a la plantilla tensionada, con hambre y que logre plasmar sobre el césped esa implicación y compromiso que está por encima de todo. Que siento que tiene miedo a señalar por muy ‘vaca sagrada’ que sea el que merece ‘banquillazo’ o grada y eso que ha afirmado (más de una vez) que si ve a alguien que no rinde no le temblará el pulso. Esa es la siguiente demostración de entrenador, el siguiente golpe de efecto, una vez que se ha despojado de la coraza. Lo fácil (y difícil a la vez) es no convocar al que esté de vacaciones, hacer un cambio al cuarto de hora para cambiar el guión o apostar por alguien del filial o del juvenil, con minutos de importancia y no de relleno. Que no hay mejor promoción para un canterano que jugar en la primera plantilla. Es obligado incluir aire fresco.

En este fútbol tan ‘bunkerizado’ es imposible poder analizar el rendimiento de los jugadores en un entrenamiento como es debido para comprender mejor lo que está sucediendo ahora cuando rueda el balón. Muchas veces nos falta información a los periodistas. Por eso, por esos datos que se escapan, me creo las palabras de Paco López cuando reconoce que en el día a día siente que los suyos están preparados para reconducir la dinámica, pero luego su argumentación se deshace en pedazos al comprobar que el plan se desmorona al mínimo soplido y no le queda otra que agachar la cabeza y aguantar el chaparrón. El Levante es como ese estudiante que tiene que prepararse una veintena de temas y solamente se aprende tres o cuatro por si suena la flauta. Los números son de descenso desde la Copa: dos victorias (Valencia y Eibar) y seis derrotas (Real Sociedad, Betis, Huesca, Villarreal, Sevilla y Elche). Seis puntos de 24, solamente tres goles a favor y cinco de esos ocho partidos sin ver puerta. Es frustrante que estemos haciendo cálculos buscando esos puntitos que faltan para que la permanencia sea matemática. Si hay todavía alguien que no es consciente de que este no es el camino, apaga y vámonos.

Esto no es un tema solamente de malos resultados. Va más allá y puede generar una grieta que costará reparar si de inmediato no se empiezan a sentar unas bases de presente y, sobre todo, de futuro. Estos cinco últimos encuentros (Celta, Alavés, Barcelona, Getafe y Cádiz) son importantísimos y deben afrontarse, de una vez por todas, como esas finales que lleva repitiendo el míster cada comparecencia pública. Porque no me preocupa la salvación (aún no está, pero se conseguirá) sino las secuelas de cara al próximo proyecto. Me preocupa que si la situación no se reconduce pueda provocar una convivencia viciada y enrarecida. Me preocupa que Paco se queme, pierda la ilusión y sienta, aunque tiene contrato en vigor, que aquí no se puede rascar más. El peligro de los ciclos largos. ¿Qué mimbres pueden quedar para seguir consolidando al Levante en la máxima categoría porque hace falta reactivar el vestuario y vender por 16.5 millones de euros? Es evidente que existen carencias en puestos clave, sobre todo cuando las lesiones han hecho estragos y para colmo con recaídas… una movida que merece un capítulo aparte.

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