VALÈNCIA. Dentro de un contexto de pesadilla, de mal sueño, de inestabilidad emocional y futbolística, al Valencia CF de Bordalás (que no de Murthy ni de Lim) le va a tocar vivir la noche más bonita del año, la más especial, la que tiene magia…si la ganas, claro. Es un regalo del destino, unido al tesón y a la entrega que dan el esfuerzo y la convicción en lo que haces, pero llegar a la final no es un éxito en sí.
El valencianismo se aferra a esta posibilidad para huir, mentalmente, de la situación tan comprometida con la gestión de Meriton cada hora de cada día de cada mes y de cada año. El bucle sigue en marcha, a pleno rendimiento y estas cosas nos dan, al menos, esa válvula emocional que nos permite seguir creyendo en el poder irradiador de nuestro club de toda la vida: sí, el nuestro, “Propietarios: valencianistas de siempre”.
A mí me avergonzó, sobremanera, ver al presidente de nuestro club dando gritos por detrás de futbolistas a quienes entrevistaban: no entiende el representante de Meriton aquí que él no es protagonista de nada y que, sobre todo, debe ser ejemplo de algo. Ahora mismo lo es, pero no un buen ejemplo. La fiesta es para los chavales y hasta el técnico, emocionado, como no puede ser de otra manera, dejó a los chicos su espacio y su celebración. El presidente lo invadió, dando una muestra más de su impronta personal, de sus guiños al protagonismo.
Resulta curioso ver qué va a pasar en el Valencia CF si se gana la copa, ya que los celos están ahí, por parte de todo el mundo que está por encima del banquillo. Entiendo que habrá muchas fotos, que habrá mucha medalla de pecho propio y mucho discurso a favor de una meritoria (merintonia) gestión llena de sonoros fracasos, en lo humano, en lo futbolístico y en lo económico. Tampoco entenderé a quienes se acerquen a fotografiarse con Murthy, como ocurrió en la pasada copa, también en Sevilla. Lo respetaré, claro, pero me costará entenderlo, del mismo modo que me cuesta entender a veces que Mestalla silbe más a algún jugador que al propio Murthy. No es que quiera lo contrario, sino que me cuesta entender ese orden, esa escala de valores, que es respetable. Es más, que haya silbidos es mala señal para todo el mundo: indicio claro de que algo no funciona correctamente y a mí eso no me gusta para mi Valencia CF, se silbe en la dirección en la que se silbe.
Entiendo, entonces, que lo más difícil está ahora por venir: ganar a un rival duro, que también para el partido, que no se queda corto haciendo faltas y que va a muerte a luchar cada balón. Pero que tiene más gol y mejor consistencia defensiva que tú. Por suerte, ellos se ven ganadores ahora mismo: no hay peor demonio que la soberbia de quien se siente muy superior al resto. Sin embargo, realmente lo veo difícil, pero viable, posible: es un sueño que puede hacerse realidad (ya lo hemos hecho realidad en ocho ocasiones). Ahora bien, tampoco sé bien cuál es la medida de las cosas en este caso; es decir, no sé bien qué Valencia CF llegará y se enfrentará con firmeza o endeblez, ni tampoco qué Betis nos encontraremos. Por desgracia sí sé qué gestores nos representarán y eso no me convence mucho, sobre todo porque de puertas para afuera hay que tener un decoro y una formalidad. Otra cosa es lo que hagan de puertas para adentro y en su intimidad, que puede ser lícito hacerlo y respetable. Los gritos de fanáticos descarrilados que se los dejen en casa: la alegría, si debe llegar, que sea desbordada, pero elegante en nuestros gestores, al menos ante las cámaras.
Me doy cuenta, mientras escribo, que le pido a Meriton que sea elegante…pero solo tiene dinero. Uno o una nace con esa elegancia y ese saber estar de manera innata, aunque formada a partir de una educación y en base a unos valores sociales que admiten la tolerancia y el respeto como fórmula clave. El actual Valencia CF no sé si se puede definir como tolerante o respetuoso; no sé si puede definirse como receptivo a escuchar a sus aficionados y aficionadas. Eso sí, si hay que romper una entrevista al protagonista auténtico del partido (un futbolista) se rompe, a grito limpio, con los ojos fuera de su órbita, como si de una posesión demoníaca se tratase, y así quedan los retratos para la historia.
Creo, sinceramente, que la única manera que tengo de quitarme de la cabeza esa imagen de nuestros representantes institucionales es ganando la Copa (con mi máximo respecto a quien será nuestro rival) y dejándome llevar por la alegría de que mi equipo haya conseguido un rotundo éxito. Entonces pasaré de todo, me pondré a dar brincos de alegría, a aclamar a los protagonistas (Bordalás, su plantilla y su cuerpo técnico), a ignorar a quienes están fuera de ese círculo, a recordar a los míticos que nos han dejado y a vivir, que son dos días. Y digo más: señor Murthy, con todos mis respetos, que ya tiene usted una edad para hacer esas cosas…el gran Jaume Ortí se puso la peluca naranja y sacó el mágico abanico…pero usted carece del encanto humano y del valencianismo de Ortí. Tampoco entiende los códigos valencianos y valencianistas. Ni se ha preocupado por entenderlo. Por favor, en lo bueno y en lo malo, afine un poco cómo nos representa, aunque no nos guste el hecho de que lo haga.