VALÈNCIA. Roberto Gil, protagonista durante décadas de la vida valencianista y que falleció este viernes a los 84 años, ha sido uno de los futbolistas emblemáticos del momento en el que el club entró en la modernidad en la década de los sesenta, con su incorporación a la Copa de Ferias, la llegada de extranjeros y la recuperación de un nivel deportivo que había bajado en la campañas precedentes.
Nacido en Paterna en 1938 y residente en Riba-roja del Tùria desde niño, Roberto compartió a partir de 1959 alineaciones con futbolistas de la talla de José Manuel Pesudo, Juan Carlos Quincoces, Manolo Mestre, Francisco García “Paquito”, Pepe Claramunt o Vicente Guillot, así como con foráneos como el brasileño Waldo Machado o el uruguayo Héctor Núñez.
Bajo la presidencia de Julio de Miguel, el Valencia, que había atravesado un momento de dudas en los últimos años cincuenta, resurgió en los primeros sesenta con sus dos títulos de Copa de Ferias en los que Roberto Gil fue pieza clave.
Había iniciado su carrera en tareas ofensivas, pero poco a poco retrasó su posición hasta el punto de concluirla como un mediocampista de contención cuando las alineaciones se difundían con el clásico 3-2-5 de la época.
Prueba de su olfato de gol y gracias a sus remates de cabeza, marcó 35 tantos en doce temporadas a pesar de no ser un delantero nato, diez de ellos en la campaña 62-63, en la que vivió el éxito de la segunda Copa de Ferias del Valencia con una final ante el Dinamo de Zagreb en la que el equipo revalidó el título de un año antes frente al Barcelona.
En la medular del Valencia formó con el asturiano Francisco García Gómez “Paquito” una de las tres duplas más relevantes de toda la historia del club en esa posición, al nivel de la conformada con anterioridad por Pasieguito y Puchades y al de la posterior, ya en el siglo XXI, compuesta por Albelda y Baraja.
Se puede admitir que Roberto Gil fue un “one club man” (jugador de un solo club), ya que solo lo abandonó en los meses finales de la temporada de su despedida, la 70-71, cuando se marchó al Calvo Sotelo, de Puertollano “a echar una mano”, tal y como relató en numerosas ocasiones.
Fueron trescientos los partidos oficiales que disputó con la camiseta del Valencia, antes de iniciar su etapa como entrenador en clubes como el Levante, Castellón, Gandía o Jaén.
El Valencia le dio muchas más alegrías como jugador que como técnico, ya que asumió la dirección del equipo en un momento muy complicado, en la década de los años ochenta, al sustituir precisamente a Paquito a mitad de la campaña 83-84.
El equipo se había salvado del descenso in extremis en 1983 y finalmente bajó en 1986, cuando Roberto ya había dejado el banquillo. Su etapa estuvo marcada por las grandes dificultades económicas de la entidad y por su esfuerzo para sacar adelante al equipo a pesar de las deudas del club con la plantilla y el cuerpo técnico.
Posteriormente, fue uno de los artífices, desde el despacho, de la recuperación del Valencia bajo el mandato de Arturo Tuzón durante la temporada 86-87, la del regreso a Primera, y, sobre todo, en las inmediatamente posteriores.
Fue fundamental a la hora de confeccionar un equipo sólido con Víctor Espárrago como entrenador y con muchos jugadores jóvenes salidos de la base del club como Quique Sánchez Flores, Fernando Giner, Salvador González “Voro”, Carlos Arroyo o Fernando Gómez, entre otros, y con José Manuel Sempere, Ricardo Arias y Javier Subirats como veteranos fundamentales.
Difícil resultaba sacarle información sobre las intenciones del club en el capítulo de fichajes y célebre era su tendencia a responder a las preguntas directas sobre posibles contrataciones con la frase “Té cosetes” (Tiene cositas) con la que siempre resumía su opinión sobre el futbolista del que no quería hablar demasiado.