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San Piccini

15/12/2021 - 

VALÈNCIA. “Estuve pensando en retirarme”  esas palabras de Piccini el pasado fin de semana retumban en mis oídos machacando casi tanto como el estruendo del gol en Mestalla tras el tanto anotado. Las dos caras de una misma moneda que el caprichoso destino a veces sugiere.

Y es que, en un tiempo donde todo es odio, maldad y ostracismo, aparece una historia como la de Cristiano “San Piccini”, donde la esperanza por volver a sentirse futbolista es casi un milagro labrado a base de esfuerzo, trabajo y bienestar motivacional.

Piccini ha pasado por absolutamente todo. Empezando por ser un hombre que llegó a Valencia CF bajo un paraguas de críticas que le hicieron retirarse por un tiempo de las redes sociales por los hirientes comentarios que recibía; pasando a ser un símbolo tras el gol contra el Huesca que valió un cambio de dinámica deportiva siendo un fijo para Marcelino y un más que eventual en la selección italiana. Pero esa montaña rusa no iba a parar. En verano se presagiaba lo peor. Desde esa fatídica lesión un 28 de agosto de 2019 nada fue lo mismo. Abandonaba la ciudad deportiva en ambulancia y se cumplían los peores augurios: una fractura en la rótula derecha  que requería una intervención de manera inmediata.

Una recuperación con prótesis incluida a la que se unió una recaída en plena pandemia, una cesión poco provechosa a Atalanta con pocos minutos por los problemas que tenía en esa rodilla y con un Gasperini con el que no terminó de congeniar.

Sea como fuere, su vuelta no fue fácil. Renunció a dinero, visitó especialistas, realizó dobles sesiones y superó varias recaídas por una inflamación que le hacía parar o frenar cuando parecía que alcanzaba el éxito. Inflamación, extracción de líquido, recuperación…términos que ningún futbolista quiere oír y ya eran parte de su argot diario. Pero ¿cómo estaba él anímicamente? 

Inestable. Era una noria de emociones y sensaciones. Idas y venidas de buenas y malas noticias que hacían que tuviera que tener una fortaleza mental por encima de lo normal. Una dificultad personal con el condicionante de que iba siendo más difícil ocupar el carril derecho ya que iba creciendo poco a poco un Thierry que cada vez más titular o –este año- la contratación de un Foulquier a petición de Bordalás. Todo –o casi todo- jugaba en su contra y Piccini estuvo a punto de arrojar la toalla.

¿Cuántas veces nos hemos sentido como Piccini? ¿Cuántas veces nos hemos levantando pensando que nada tenía sentido? Yo no sé vosotros, pero yo muchas. Y no me importa decirlo, porque creo que cada día hay que hacer más visible que la salud mental y emocional es importantísima. Es la base de todo. Todos tenemos problemas u obstáculos a nuestro nivel, o factores que hacen más difícil nuestro día a día. No siempre todo es lo que parece, ni mucho menos tenemos las condiciones personales o profesionales que nos gustarían para poder vivir en un entorno adecuado. Al menos yo.

Por eso debemos ponernos en la piel de cada persona antes de hacer un comentario hiriente, tirar por tierra su trabajo o, simplemente, emitir una opinión sobre qué vida personal o profesional hace. Los periodistas, a este respecto, debemos dar un mejor ejemplo y más visibilidad para intentar que todo esto se entienda mejor –yo el primero-. La vorágine y tensión de la actualidad hace que perdamos la perspectiva de cómo puede afectar al estado emocional de una persona bien sea jugador, técnico, periodista o aficionado el emitir un juicio desconsiderado o insolente. Crear una cultura del respeto, motivación y ayuda debe estar por encima de la crítica destructiva, el ego y la sinrazón.

Son cada vez más deportistas (Iniesta, Simon Biles, Osaka…) los que han dado visibilidad y contado ese sufrimiento por lesiones, malos momentos deportivos o inestabilidad emocional -bien por las críticas del entorno o por algún problema personal- con el objetivo de superarse y conseguir su éxito deportivo y crecimiento individual. Piccini, ya forma parte de esa noble y admirada lista de ejemplos de superación con tenacidad, esfuerzo y personalidad. Con el italiano –igual que con otros futbolistas o exfutbolistas del Valencia CF- se ha sido muy injusto a muchos niveles y, por eso, creo que el destino también ha querido por fin equilibrar esa balanza.

El propio Piccini confesaba que “se congeló el tiempo” durante casi dos años por culpa de las lesiones hasta que por fin, tras dobles sesiones y “trabajando 4 o 5 horas cada tarde” empezaba a sentirse diferente. No solo no arrojó la toalla sino que, con ayuda de su gente de confianza, creció como persona y fue “más sabio” tal y como explica él mismo.

“Lo que me ha pasado a mí no se lo deseo nadie, creo que muchos no habrían podido salir de una lesión tan complicada. Creo que, al final, cuando te encuentras en situaciones adversas y difíciles de alguna manera tienes que reaccionar, yo he sabido hacerlo. No niego que ha sido difícil y he tenido días e incluso semanas de bajón emocional, de decir ya no puedo más y quiero dejarlo. He llegado a pensarlo, pero al final el trabajo tiene su recompensa siempre” explicaba en una reciente y emocionante entrevista.

Por eso hoy, desde esta humilde columna, me gustaría agradecer a Piccini la lección de vida que nos ha dado a todos más allá del increíble gol ante el Elche CF. No darse por vencido, pelear por tus sueños y cuidar el estado motivacional han sido factores fundamentales en su lucha. Dejar que le ayudara su familia, amigos, gente de confianza y especialistas en el aspecto físico y anímico fue vital para que Piccini volviera a la elite de la que siempre es y será parte. No dejar de lado su bienestar mental con todas las adversidades que ha pasado el pobre chico es un hito del que tenemos y debemos hacer acopio. Digno de elogiar y recordar.

Y vosotros, los que estáis leyendo esta columna, no tengáis ningún miedo en pedir ayuda antes de dejar todo aquello por lo que habéis luchado. No arrojéis la toalla. Siempre estamos a tiempo, solo hace falta parar y rodearte de gente que pueda ayudarte. No tengáis miedo, quereos mucho y, sobre todo, creed en vosotros mismos.

Gracias Piccini. Eres un Santo. Ojalá más milagros como el tuyo.

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