VALÈNCIA. A lo mejor nos cogen las rebajas en medio de esta semana fantástica, en la que vuelve el fútbol, sin gente, claro. No sé si esto hace más rentable el negocio, pero lo cierto es que nos aliviará un poco más este letargo de abstinencia futbolera y otras cosas de primera necesidad. Lo que no veo lógico es eso de que se planteen abrir en algunos lados del país y en otros no, pero me niego a seguir con este debate, así que no voy a alimentar más este engordado buche mediático que es la polémica de ver quién tiene razón y quién no. Da igual lo que los demás digamos porque, al final, seguro que saldrá el Real Madrid y tendrá más razón que nadie. Es así como funciona este mercadillo de ocasión.
Prefiero en pensar en lo que está por venir, en los vibrantes encuentros que están a la vuelta de la esquina: así, tal y como ha sido la Bundesliga, emocionante, disputada, equilibrada (ojo: ponle una sonrisa socarrona a esto). Yo no sé a vosotros, pero me pareció más interesante mis ganas de ver fútbol que los sosos partidos a puerta cerrada que hemos visto en televisión, con ese campeonato alemán tan modélico para muchos. Me aburrí todas las veces que me puse delante de la pantalla, pero aprendí también que esta nueva normalidad, esa misma que nos devuelve a un Valencia CF otra vez salpicado por los trapos sucios aireados, no tiene nada que ver con la que dejamos a comienzos de marzo: hay equipos que no saben aún lo que es ganar desde que comenzó el negocio del fútbol a funcionar de nuevo. También hay lesiones todos los días, hay abrazos, escupitajos, distancia, espacios, megafonías (bueno, en Mestalla, la había, sin duda), etc. He visto un fútbol diferente en muchos matices, con una distancia defensiva mucho mayor, sin tanto contacto físico constante y con más agresividad en la disputa del balón intermedio. ¿A dónde quiero llegar? Pues a ese punto que comenté el otro día con mi buen amigo Juan Carlos Pastor: no nos vale de nada lo que había antes de este confinamiento, ya que los equipos y los partidos (y hasta el VAR si me apuras) serán muy distintos y no podemos tomar de referencia lo anterior, ya que no será eso lo que vayamos a ver en el campo. Del pasado solo quedará la rémora de una clasificación, que a ti te coge relativamente mal colocado, en el filo de Europa. Ni el Getafe será la máquina de Bordalás que era, ni el Sevilla, ni el Madrid, ni el Barcelona, ni el Valladolid, ni el Osasuna, ni nadie. Todos vendrán cargados de músculo, de expectativas, pero también de dudas, de incertidumbres, de desconfianza. Todos, sin excepción, deberán pasar su calvario personal. No sé dónde estará el Valencia CF, pero ahora mismo no nos valen las victorias en Champions, que tanto nos recordaban las lindezas del cuerpo técnico y sus habilidades directoras. Eso ya no vale. Y no valdrá tampoco cómo habíamos jugado en la primera vuelta contra nadie, porque quien venga será otro equipo, con otra mentalidad.
Hablando de todo un poco: esta semana tenemos derbi valenciano, aunque solo se hable en España del enfrentamiento andaluz. Valencia CF y Levante UD vuelven a medir su ego en un aforo descafeinado, sí, pero que rezuma un olor a trampa que echa para atrás: poco se está hablando de cómo afrontan los dos este partido, tan fantástico y maravilloso para la ciudad (y las provincias, claro), porque parece que este derbi sea el de las rebajas, el que sobra en el camino. No, perdonen ustedes, pero no: este es un derbi de altura, consolidado, tenso, que rehúye de la violencia, como siempre ocurre aquí, pero que se juega a cara de perro, con un Levante empeñado en mirar a los ojos a un Valencia que sigue viendo a los granotas como el rebelde hermano menor que siempre será eso: el pequeño. Pues, queridos, ni el Valencia de hoy es tan grande ni el Levante es tan pequeño y el equipo ché comenzará perdiendo si, en su motivación, da un paso atrás si cree que el glamour de su historia y su vitrina le hará ganar con poco esfuerzo. Este fue un defecto del pasado y nos hemos llevado ya varias sorpresas, pero sabemos que todo esto ha cambiado, recordemos, y que lo que esta semana comienza no tiene referente alguno que nos pueda servir de maniquí para comparar y probar. De Celades, entonces, espero que se deje de pruebecitas, de ataques de técnico, de arrebatos innovadores y se centre en acertar a la primera, porque aquí no hay margen de error, como en el pasado. Si comenzamos ganando, entonces podremos decir que estamos ante una semana fantástica, que nos ha devuelto el fútbol a la pantalla. Si perdemos o empatamos, pues a remover luego por los cajones de las prendas sueltas, del producto desechado por casi todo el mundo.
Que sí, que ya sé que también nos gusta eso de ver futuros fichajes y demás, pero es que, como no me creo ni una, pues prefiero no hablar de tanto rumor, acuerdo, preacuerdo o desacuerdo…no, de los desacuerdos sí, que quizá nos incendien este verano. Aún nos falta entender que no es lo mismo que las cosas marchen bien a que las personas se marchen bien. No, no es tampoco lo mismo. Con lo que tenemos, hagamos que esta semana nos parezca fantástica y no nos perdamos en la fantasía de los fichajes, porque aún tienes mucho en juego y mucho más que perder.