VALÈNCIA. Pese a que la clasificación en Liga sigue siendo decepcionante, la final de Sevilla abre una ventana de ilusión para una afición que está harta del empequeñecimiento al que ha sido sometido el Valencia desde la llegada de los 'salvadores de la patria'. Ya ha transcurrido un tiempo suficiente para colegir, sin lugar a la duda, que la 'solución Lim' ha terminado convirtiéndose en una condena para el valencianismo. Pero, en el aspecto deportivo, después de haber dinamitado todo lo que dinamitaron impunemente, cabe reconocer que la llegada de Bordalás supuso un oasis en un desierto de mediocridad. Atendiendo a la política deportiva de un club que ha dejado de apostar por el fútbol -porque no saben hacerlo, ni les importa lo más mínimo que el Valencia se instale en la clase media-baja del fútbol español-, el entrenador ha sabido conjurar al vestuario para conseguir un logro como el de la Copa. Y, a la vista del calendario, no se puede descartar que el equipo pueda terminar metiéndose en Europa si consigue mantener el rumbo fijado en los últimos partidos en los que, aparcadas pretensiones virtuosistas, se está consolidando a base de trabajo y disciplina táctica. El aficionado ‘arrimará el hombro’ como siempre ha hecho, no necesita ningún pregonero que le explique lo importante que es su apoyo, ni traga ya con el cuento de que no conviene exigir a los mandatarios que cumplan con sus compromisos porque lo importante es apoyar al equipo.
Ni el Valencia estará solo en Sevilla ni lo estará nunca en Mestalla, algo que no está reñido, ni muchísimo menos, con las reivindicaciones respecto a una gestión correcta y una representación institucional decente: actualmente no existe ni la una, ni la otra. Desde el respeto a todas las posturas y todas las opiniones… creo que el valencianista ha sacado suficientes conclusiones de aquel putrefacto proceso de venta como para no volver a caer en errores del pasado y sabe, perfectamente, separar el grano de la paja. O estoy muy equivocado, que obviamente puedo estarlo, o el aficionado del Valencia ya no está por la labor de caer en el embarrado clima `guerracivilista’ que se generó hace ocho años que le sirvió a Amadeo Salvo y a Aurelio Martínez para entregar el club a Peter Lim sin las obligaciones ni cautelas necesarias con las que proteger a la entidad de las fechorías que, posteriormente, el propio Lim ha acabado perpetrando.
Con respecto al Estadio… no hace falta acudir a ninguna guerra ni meterse en ninguna trinchera: es tan sencillo -y tan complicado al mismo tiempo- como ceñirse a la legalidad vigente, presentar un proyecto digno de la que será nueva casa del valencianismo cumpliendo los compromisos pretéritos aunque sean heredados y, por encima de todo, aportar las garantías necesarias que avalen documentalmente a quien perdió la credibilidad hace mucho tiempo. A partir de ahí… los gobernantes deben proceder con rectitud. Si el proyecto es digno y las garantías sólidas, adelante. Al fin y al cabo se trata de desbloquear un problema que tiene Valencia y el Valencia demasiado tiempo sin resolver y que todos deseamos ver resuelto. Si no es así, ni sirve el recurso de acabar el estadio ‘como sea’, ni pueden los gobernantes arriesgarse a volver a caer en el engaño de quienes nunca tuvieron intención alguna de terminar el estadio y volver a ver paralizadas las obras cuando se termine el dinero de CVC.
O mucho me equivoco o MERITON no cuenta con la fuerza necesaria para poner a las autoridades contra las cuerdas echando mano de la agitación popular que les sirvió para llegar al placo de Mestalla. La calle la perdieron cuando se descubrió el pastel y se constató que sus intenciones nunca pasaron por hacer un Club pujante sino por someter al aficionado, ningunearlo y faltarle reiteradamente al respeto para hacer un cortijo a la altura de su escasa estatura moral.