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EL CABECICUBO DE DOCUS, SERIES Y TV

Ciencia ficción cocinada a fuego lento en la segunda temporada de 'Silo'

Las críticas no son nada buenas por la lentitud con la que continúa la historia de Silo, pero habrá quien sepa disfrutar de ella como una experiencia inmersiva y sin prisas

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VALÈNCIA. Dijimos que la primera temporada que Silo, de Apple TV+, era, ante todo, un deleite para los aficionados a la ciencia ficción retrofuturista. El escenario en el que estaba planteada recordaba a las colonias de mineros de Atmósfera Cero. Aunque Silo no transcurra en el espacio, se le parecía bastante. Los trabajadores están atrapados en un espacio angosto y el exterior es inhabitable. 

La fotografía y la ambientación eran los dos puntos fuertes de la serie. Actualmente, en el género se tiende al abuso de efectos especiales y diseños por ordenador. Aquí también están presentes, pero la presencia del hormigón y la oscuridad en la que viven los habitantes del silo transmite una sensación de producción atemporal. Esta serie si se hubiese rodado en 1981 no sería muy diferente. 

Con ese encanto, la primera temporada fue un descubrimiento y, ahora, la segunda, ha sido la confirmación. Ante todo, recomendar verla del tirón. Ir a capítulo semanal, como hemos ido los fieles, puede ser un problema. No hay más que ver las reseñas de los espectadores, a muchos les ha resultado desesperante el transcurrir de la trama. Hay quien dice que basta con ver el primer capítulo y el último. 

Es comprensible el enfado, porque realmente la serie avanza muy lentamente, pero yo no puedo estar más en desacuerdo. En el mercado audiovisual actual la oferta, aparte de limitada a muy pocos temas que encima son muy similares, se consume de forma voraz y se olvida. Constantemente, se recurre a las mismas fórmulas para enganchar al espectador. Por eso, encontrar una serie que no tiene prisa, que se va cocinando a fuego lento, es como un pequeño oasis. 

En el desenlace de la primera temporada, Juliette, la protagonista, interpretada de forma magistral por Rebecca Ferguson –tenemos aquí a la nueva Ripley- lograba salir del silo, una especie de edificación subterránea donde la humanidad sobrevive a causa de un desastre que ha hecho el planeta inhabitable. Nos habíamos quedado ahí, pero esta segunda temporada no olvida lo que quedaba atrás.

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Había una revolución incipiente en el silo 18. A destacar en ese aspecto el trabajo de Tim Robbins en el papel de Bernard Holland, el alcalde de ese silo, encargado de reprimirla. Su encanto es mucho mayor que el de la heroína, porque él tiene que mentir y maquinar, pensar maquiavélicamente, para que todo el mundo siga engañado y se imponga el orden. Tiene muchas dobleces y profundidad que, sobre todo, explotan en el último capítulo.

Tomando ingredientes de 1984, Un mundo feliz y similares, toda esa gente encarrada está engañada con burda propaganda y vive bajo un régimen represivo con las jerarquías organizadas en niveles de profundidad. Sin embargo, el intercambio de población, unos que logran subir y otros que logran bajar, como en el clásico Metropolis o en la contemporánea Elysium, siembra la semilla de la subversión. 

La paradoja de los nuevos capítulos es que Juliette, cuando consigue salir del silo, en lugar de descubrirnos el exterior, lo que hace es ir a parar a otro silo. El que estaba al lado, porque resulta que había muchos silos en origen. En este, sin embargo, la población está muerta. Solo quedan contados supervivientes con los que tendrá que entenderse a lo largo de toda la temporada. 

Mientras, en el silo que deja atrás, se va fraguando una rebelión. En este caso, por las ansias por conocer la verdad de los habitantes, un impulso que recuerda a planteamientos como el de Cube. En lugar de tener un espacio tan claustrofóbico como en esa película, aquí el eje central del misterio es una escalera. Pocas producciones audiovisuales habrá habido donde una escalera tiene un papel tan importante, como un personaje más. 

Nadie sabe por qué se ha construido ese edificio subterráneo, pero hay una religión que se le impone a los habitantes para que no se hagan preguntas. Se celebra El día de la libertad y “Los fundadores” son una especie de deidad que ha constituido “el pacto”, algo así como la indivisibilidad de la patria, que no se puede cuestionar. 

Pese a todo, en esta segunda temporada, por todo lo que acontece en el nuevo silo, que está abandonado, el género al que más se remite es al de náufragos. Concretamente, a Lost, con un personaje que hasta recuerda físicamente a Hugo y, como él, tiene una personalidad tirando a infantil. La ventaja de Silo es que no es una broma ida de madre como Lost. Al final de la temporada, encontramos respuestas. 

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De hecho, al final de la temporada hay un flashback que nos remite a nuestros días, al presente, y que explica cuál fue la tragedia que desencadenó el apocalipsis que ha obligado al ser humano a vivir bajo tierra. Paralelamente, Juliette, en el nuevo silo hace descubrimientos importantes sobre la razón de ser de estos. Se nos va descubriendo el porqué de todo, aunque es un tanto predecible y en absoluto novedoso.

Este camino de ida y vuelta del silo 17 al 18 es toda la historia, pero te deja con ganas locas, salvajes, de la tercera temporada, que se está filmando ahora mismo, en 2025, por lo que lo ideal sería que estuviese lista para después de verano o, a más tardar, 2026. Parece que el mayor problema que puede demorar el estreno es que la tercera y la cuarta se están rodando a la vez.  

La pregunta es si el público va a poder digerir una narración lenta y con tanta profundidad, y no es una desafortunada metáfora sobre que la acción transcurra bajo tierra. Silo tiene un efecto hipnótico, te puedes dejar llevar por ella sin esperar recursos narrativos, los típicos cebos, para mantener la atención. Es más como una experiencia inmersiva, especialmente en estos últimos diez capítulos. 

La verdad es que la serie no se ha convertido en un fenómeno de masas después de su estreno. Lo más predecible es que los pocos que se pongan ahora con la segunda abandonen por la lentitud de la trama. Y es una pena, porque cuando las series triunfan generan debates absurdos en los medios, se intentan acoplar sus argumentos a la actualidad política, y se dicen muchas tonterías y boutades solo para obtener atención aprovechando el éxito del producto. Pues bien, a mí ahora sí que me gustaría leer reflexiones sobre Silo, porque me pregunto si el alcalde no será en realidad el bueno de la serie. Cuando la vean, me cuentan.

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