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Sevilla, mucho más que un color especial

Más allá de la belleza de sus monumentos, Sevilla enamora por ese ambiente andaluz, alegre y auténtico, que te atrapa y te hace regresar

| 29/05/2020 | 5 min, 57 seg

VALÈNCIA.-Seguramente piensas que conoces Sevilla pero no te confíes porque tiene más encantos y rincones de los que puedas imaginar. Es una ciudad para regresar y disfrutar de ese olor a azahar que perfuma sus calles en primavera, del despliegue de flores en patios y portales, de esas cañas a orillas del Guadalquivir y esos acordes que suenan al caer el sol. Hay una Sevilla para cada visita y te voy a contar la que me llevó a regresar en más de una ocasión. 

Comencé por el tranquilo parque de María Luisa y me entretuve paseando por sus jardines, viendo la glorieta de Bécquer, el monte Gurugú, la plaza América...,  pero me desvié al ver las dos torres que se divisan de la Plaza de España de Sevilla, y menos mal porque se necesita un día entero para ver el parque. Al poner un pie en esa enorme plaza me quedé muda, como si ese abrazo simbólico fuera para mí. No estoy loca: el edificio diseñado por Aníbal González mira al Guadalquivir, que durante siglos fue el único camino hacia las colonias americanas, precisamente hacia donde alarga sus brazos como hermanamiento con Hispanoamérica.

En un santiamén recorrí España a través de los grandes bancos decorados con cerámica que representan cuarenta y ocho provincias españolas (por entonces Canarias solo tenía una y Sevilla tiene representaciones murales al margen). Sobre ellos verás los bustos de personajes tan insignes como Quevedo, Magallanes, Velázquez... Y sí, esperé paciente para hacerme la foto en mi banco, señalando la localidad en la que nací. Lo que nunca he hecho es el paseo en barca a lo largo del canal, pero tiempo al tiempo. 

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Luego fui a un lugar que me encanta: el Real Alcázar de Sevilla. Para llegar pasarás por el antiguo edificio de la Real Fábrica de Tabacos —actual Universidad de Sevilla—. El Real Alcázar es uno de los monumentos más visitados, así que la cola está asegurada. Adquiere la entrada general con el suplemento para ver el cuarto Real Alto (dieciséis euros). Y una vez dentro, accede a las dependencias que alojaron a reyes y altas personalidades y pasea por sus patios y terrazas, bajo la sombra de naranjos y palmeras. Y sí, recuerda esas escenas de Juego de Tronos en las que los patios del Alcázar Real se convirtieron en el reino de Dorne. 

Si quieres descubrir el Alcázar Real desde otra perspectiva, una buena opción es realizar una visita guiada teatralizada. Se desarrollan las noches de jueves y viernes, y es una manera muy interesante de ir conociendo el lugar y las curiosidades que se esconden detrás de sus paredes. En mi visita fue Magallanes quien nos contó la historia, acompañado de música en directo y un espectáculo de iluminación que te adentra más en aquellos tiempos. 

Confieso que comencé a enamorarme de Sevilla en el barrio de Santa Cruz. Ahí me prendé del ambiente sevillano, con sus patios andaluces, sus antiguas bodegas y sus plazoletas. Y me rendí a sus pies cuando llegué a un clásico: la bodega Las Columnas. Parece que no vas a tener sitio pero cuando te ve uno de esos camareros dicharacheros te hace un hueco enseguida. La cerveza fresquita acompañada de una pringá o unas berenjenas a la miel te dan alas para seguir con la visita. Codo con codo con ejecutivos, turistas y grupos de amigos disfruté de ese momento y, como ellos, alcé mi copa para brindar.

Triana, el barrio con más personalidad

Atravesando el pasaje del barrio de la Judería llegué al patio de las Banderas, con la estampa de la Giralda enmarcada en el arco que da paso a la plaza del Triunfo —sí, hice la foto—. En la plaza dan la bienvenida engalanados caballos atados a carros. Hoy están para los turistas pero antaño los caballos subían por la rampa que conduce hasta la terraza de la Giralda. Por cierto, si planeas visitar la catedral compra con antelación las entradas y elige la visita combinada (dieciséis euros), así podrás admirar las vistas desde la cubierta. Antes de enfilarte hacia arriba habrás contestado a la eterna pregunta: ¿Colón está enterrado aquí? Hubo un tiempo en que se cuestionó pero en 2006 unos estudiosos de la Universidad de Granada concluyeron que los restos auténticos están en un mausoleo de la Catedral.

Siempre que voy a Sevilla tengo la sensación de que la vida transcurre más lenta, y aún más cuando me adentro hacia Triana, uno de los barrios con más personalidad de la ciudad. Llegas por el puente de Triana y enseguida accedes al mercado, donde podrás comer algo informal con productos de primera calidad. No te sacies porque ir de tapas por Triana es una delicia para todos los sentidos. Las Golondrinas, la Blanca Paloma, Sol y sombra... ¡Ah! Y prueba la pastela de Trianilla, exquisita. A mí me encanta rematar el día sentada en un bar de la calle Betis para disfrutar de las vistas, con la plaza de toros, la Torre del Oro, la Giralda y las torres de la plaza de España...  

Un punto y seguido para seguir enamorándote de esta ciudad porque debes pasear a orillas del Guadalquivir y ver la Torre del Oro, llamada así, dicen, por el revestimiento de azulejos que tenía y que reflejaba en el agua. En esa misma orilla tienes una de mis estampas favoritas: la calle Betis, con sus fachadas de colores y las mesas de los bares llenando de vida ese punto de Triana. Más de uno me ha visto desde aquí... También debes visitar la plaza de toros de la Maestranza, conocer iglesias tan bonitas como la de Santa María la Blanca o edificios como la Casa Consistorial (sede del Ayuntamiento), el palacio de San Telmo o el Hospital de las Cinco Llagas. Pasea por sus calles comerciales porque, más allá de las tiendas, es curioso ver la cantidad de bares que despliegan sus terrazas. Y cuando cae el sol dirígete hasta el Metropol Parasol (más conocido por las Setas) para ver el atardecer, con ese sol rojizo y las distintas torres y campanarios de Sevilla dominando el cielo.

Ya lo cantaban Los del Río, «Sevilla tiene un color especial», pero no dijeron que tiene un encanto tan especial que siempre tienes la sensación de que volverás. 

* Lea el artículo completo en el número de mayo de la revista Plaza

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