Los gandienses Carlos Roberto y Miquel Sanchis publican “Odio el fútbol moderno” de ediciones Planeta, un recorrido por aquellos años en los que el fútbol era más deporte y menos negocio
VALÈNCIA. Es el deporte Rey. Levanta pasiones pero también disgustos, algunos futbolísticos pero otros por lo que se ha convertido el fútbol hoy en día: Un negocio. La estética de los jugadores,
la mercantilización, la corrupción o el modo en el que algunos clubes tratan al aficionado. Un ejemplo más: Tu equipo de siempre lleva una segunda equipación con otros colores. Te enfada pero al poco se te pasa el cabreo. A los gandienses Carlos Roberto y Miquel Sanchis les ocurrió precisamente esto cuando vieron a la selección española jugar con una camiseta negra contra Italia en un amistoso previo al Mundial de Brasil (2014) por imperativos de marketing.
Ese descontento lo canalizaron en 2014 creando la página de Facebook 'Odio el fútbol moderno’ —con más de 100.000 seguidores— y, así, homenajear el fútbol de antaño. En ella dan rienda suelta a su antipatía por la evolución que ha tenido el fútbol y recuerdan aquellos tiempos en los que se fichaba a un jugador por su valía y no por las camisetas que pudiera vender y en los que los estadios tenían el marcador manual. Lo hacen, con la esperanza de que aquel deporte de principios pueda regresar algún día. “Odiamos el fútbol moderno desde el amor porque al final somos aficionados al fútbol y nos gusta mucho este deporte, solo que no disgustan ciertas cosas del fútbol actual”, comenta Carlos Roberto.
Ahora han dado un paso más allá y ese amor-odio lo han convertido en un libro gracias a la propuesta que tuvieron de la editorial Planeta. En él repasan la evolución que ha seguido el fútbol y recuerdan el mundo en el que han crecido a través de las competiciones desaparecidas (La Recopa o los Trofeos de verano, como el Teresa Herrera o el Ramón de Carranza ), los estadios demolidos y fotografías tan míticas como la de John Toshack y Kevin Keegan disfrazados de Batman y Robin.
Y es que, en su opinión, el fútbol se ha convertido en un negocio. “Crecimos yendo al estadio con nuestros padres y abuelos, coleccionando cromos…” recuerda Carlos mientras Miquel le interrumpe para enfatizar que de niño “llenábamos los estadios de Segunda B mientras escuchábamos los partidos de Primera por el transistor” e insiste: “ahora los campos de segunda están vacíos porque televisan el fútbol a todas horas del día, lo que ha hecho que se pierda la esencia”. De todo ello, lo que más rabia les da es que “los clubs solo piensen en sacar tajada de los aficionados; en vernos como dinero y no como los aficionados que somos”. Eso sí, consideran que el aficionado también tiene parte de culpa porque "hemos sido muy permisivos en cuanto a cambios de horario, el fútbol de pago, el precio de las entradas, de las camisetas…”.
Regreso a las SAD
Para revertir esa situación apuestan por volver a la organización en forma de clubes y no de sociedades anónimas deportivas —en 1990 se aprobó la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas— . "Confiamos en que el fútbol vuelva a ser del aficionado. Hay muchos clubes que se rigen por un modelo popular, donde cada socio tiene su voto. Quizá en quince años, cuando la burbuja del fútbol explote, tomen las riendas", comenta Miquel enfatizando que aquellos equipos que han tenido una mala directiva se han movido para “recuperar al club”, como es el caso del St Pauli, el Unión Club Ceares o el Unionistas.
De hecho, para ellos esa “mercantilización” de los clubs comienza en ellos mismos. “Los clubes se han transformado en empresas y como tales quieren tener beneficios”, resalta Carlos. Por su parte, Miquel pide “sentido común” pues en su opinión no tiene sentido realizar partidos de la Liga en EEUU o de la Premier en España —como apunta Carlos—. Igualmente ven con recelo la creación de una SuperLiga europea.
No todo tiempo pasado fue mejor
“La nostalgia es peligrosa pero no pensamos que todo era mejor antes. Proponemos coger lo mejor del fútbol de antes y lo mejor del fútbol de ahora, como el juego más vistoso y menos agresivo o la seguridad y la comodidad en los estadios”. Por su parte, Miquel subraya que “ahora los futbolistas son más deportistas y se cuidan más. Solo hay que recordar los problemas que tuvieron Maradona o Robin Friday”.
Entre los aspectos positivos los autores son contundentes: “El fútbol femenino es lo mejor del fútbol moderno” y señalan que es un juego más noble, nada agresivo e incluso sostienen que “el fútbol masculino debería copiar lo bueno del femenino”. De hecho, sostienen que esos valores son agradecidos por los aficionados y “cada vez hay más seguidores”.
Asimismo, aunque sean unos apasionados al fútbol de los años 80 y 90 reconocen que “las defensas tenían mucha libertad para pegar y era muy difícil que el árbitro sacara una tarjeta amarilla o roja. Por eso, es increíble que gente con tanto talento como Maradona hiciese tanto en esos tiempos”, comenta Miquel. Además, señala que los futbolistas estaban más comprometidos porque no habían llegado los sponsors, la industralización del fútbol, ni tantas cámaras. Preguntado por las comparaciones, Carlos sentencia que “cada fútbol tiene su época y comparar es un absurdo porque cada uno de ellos es el mejor en su tiempo y lo que hay que hacer es disfrutarlos”.
De la situación del Levante UD y Valencia CF
En cuanto a los equipos que le enamoraron, Miquel lo tiene bien claro: el Barça de Cruyff. Sin embargo, su desencanto con el Barça ha crecido porque “representa muchas cosas de las que odio así que mi amor, que siempre lo he tenido, hacia el Levante UD ha ido en aumento”. Asimismo, ambos resaltan el buen juego del Levante UD y su compromiso con el aficionado. Eso sí, Carlos no renuncia a sus colores y sostiene que el mejor el Valencia CF fue el de Mendieta, Baraja, el Piojo López porque es “el que más satisfacciones me ha dado” pero lamenta no haber visto al Valencia de Kempes, Carrete…. del que su abuelo hablaba maravillas.
En cuanto a la situación del equipo che, ambos reconocen que no está en su mejor momento y “esperaban más”. Carlos va más allá y ve con cierto pavor que Peter Lim “se canse de todo y nos deje la deuda de 500 millones de euros que tenemos y que nos vayamos a Segunda B o Tercera por problemas administrativos; pero sería justo por tener una deuda y no pagarla” y resalta: “Ojalá Peter Lim vendiera las acciones y la compraran entre los socios para que todo fuera más repartido y la gente pudiera decidir”.