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análisis | la cantina

Tom Brady y el culo de Ryan Jensen

29/01/2021 - 

VALÈNCIA. El 20 de marzo del año pasado, el teléfono de Ryan Jensen sonó a las 6.45 horas de la mañana. La casa del jugador de fútbol americano estaba en silencio. Él, su mujer y sus dos hijos dormían plácidamente. Hacía más de un mes que había acabado la temporada y Jensen vivía más relajado. Cuando vio en el móvil que era Jason Licht, el General Manager de su equipo, los Tampa Bay Bucaneers, lo cogió de inmediato. Licht le informó de que Tom Brady, al que acababan de fichar, iba a llamarle en quince minutos.

Un cuarto de hora más tarde, puntual, le entró una llamada de FaceTime del mejor quarterback de todos los tiempos. Durante dos minutos intercambiaron frases de cortesía, pero pasado ese tiempo, Brady fue al grano: “Mira, Ryan, tengo un problema: no soporto el olor a sudor del culo de mis centers”.

El center es el jugador que se sitúa justo delante del quarterback. Antes de cada jugada, se agacha hacia adelante sacando el trasero, coge el balón y se lo pasa hacia atrás, de espaldas y por debajo de las piernas, a su compañero. Luego, hace todo lo posible por evitar que ningún rival haga papilla al director de juego de su equipo.

Brady, tras la introducción, siguió con lo suyo. “Ryan, con el paso de los años he desarrollado un sistema para acabar con este problema. Te vamos a meter una toalla por dentro y lo vamos a llenar todo de polvos de talco”.

Ryan Jensen pensó que el ganador de seis Super Bowl estaba pirado, pero que si había llegado al partido más importante del año en diez de sus 21 temporadas como jugador de la NFL, pues que era normal que tuviera sus manías. El 20 de mayo, el center tuiteó una foto en la que Brady aparecía en un entrenamiento explicándole cómo doblar la toalla que se tenía que poner sobre los glúteos.

Tom Brady explica a Ryan Jensen cómo doblar la toalla de su trasero / Foto: Twitter de Ryan Jensen

Tom Brady, como si fuera ya la tradición de cocinar el pavo el Día de Acción de Gracias, estará un año más en la Super Bowl el primer domingo de febrero. Pero esta vez jugará al lado de Ryan Jensen, quien dejó que fluyeran los tics del líder, como el consejo que le dio más tarde sobre la conveniencia de dejar de pasarle el balón con la mano derecha enguantada. Lo probó y vio que era más eficiente con la mano desnuda.

En los próximos días se publicarán cientos de artículos sobre Tom Brady. Se hablará del día que un amigo común le presentó a Giselle Bündchen y cómo la cautivó mostrando sus dientes. “Tiene la sonrisa más carismática que he visto en mi vida”, explicó después la modelo brasileña, a quien Brady le pidió matrimonio mientras volaban en un jet privado. Semanas después se casaban en una pequeña iglesia de Santa Mónica sin invitados. Luego se fueron a casa, echaron dos filetes al fuego y se hincharon a tarta y helado. Se hablará también del ‘Deflatgate’, cuando se acusó al quarterback de 43 años de pedir que desinflaran un poco los balones para beneficiar su juego. Y de su ruptura, después de veinte años, con los Patriots de Bill Belichick. O de aquella tarde en la que Brady siguió el draft de 2000 en la casa de sus padres en San Mateo y que, cuando ya iban por la sexta ronda, dio por hecho que no le reclamaría ningún equipo. Hasta que salió elegido en el puesto 199 por New England. El día que se encontró con Robert Kraft, el dueño de la franquicia le confundió con otro Brady. Tom le dijo que él era Tom Brady y que ficharle era la mejor decisión que había tomado esa franquicia.

Pero Brady no llega solo a las finales. Y tener un center como Ryan Jensen, el mejor de la NFL, ayuda mucho. El 66 de los Bucks, el hombre de la melena roja, tampoco tuvo un inicio descollante. El bueno era su hermano, Seth, pero las lesiones arruinaron su carrera. Ryan, que entonces apenas pesaba 100 kilos, se propuso triunfar por él en la Universidad de Colorado. Su entrenador era Chris Symington, que le fue exigiendo cada vez más hasta convertirlo en un “maldito maniaco”. Placaje a placaje fue haciéndose un nombre. Cada vez que entraba al despacho de su entrenador veía, colgado de la pared, un retrato dedicado de TJ Lang, que jugó diez temporadas en los Green Bay Packers y que también lo tuvo como mentor.

Un verano, Symington lo llamó a su despacho y le dio tres consignas: que vendiera la bicicleta que tenía para hacer piruetas, que no fuera más a trabajar en la empresa de su tío y que dejara a su novia. Jensen vendió la bici, se tiró el verano levantando pesas y haciendo ejercicio, pero siguió con su chica.

En su segundo año, antes del primer partido se vendó las muñecas y en una escribió cuatro letras: HDTM. Al acabar el encuentro, se la cortó y se la entregó a su hermano. Este, que trabajaba de policía en Pueblo, la ciudad donde vivían, cogió la tira de tela y le preguntó qué demonios era eso, a lo que Jason le respondió explicándole el significado de esas cuatro iniciales: “His Dream Through Me” (Su sueño a través mío).

Symington le convirtió en un defensa realmente duro y en la NCAA llegaron incluso a tildarle de violento. Su entrenador le dio unas pequeñas consignas para que modificara su intensidad y le dijo que debía limitarse a intentar irritar, frustrar y dominar al contrario.

Ryan Jensen es hoy el mejor center de la NFL y está cumpliendo el tercero de un contrato por cuatro años y 42 millones de dólares. El pelirrojo estará el 7 de febrero con su camiseta con el número 66 de los Bucaneers, el primer equipo de la historia que jugará una Super Bowl en su cancha, el Raymond James Stadium, donde se espera la presencia de 22.000 espectadores -muchos de ellos sanitarios y trabajadores que están en la primera línea de la lucha contra la covid-. Jensen, con una toalla en ese culo lleno de polvos de talco, se colocará delante de Tom Brady y los días previos al partido, Chris Symington, su antiguo entrenador, mirará orgulloso el retrato de Ryan Jensen que tiene colgado en su oficina al lado del de TJ Lang.


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