Tres temporadas de ultratumba

VALÈNCIA. El 4 de marzo de 2021 es una fecha marcada en calendario granota. La historia del Levante empezó a cambiar, de alguna forma, con aquella semifinal de Copa que al cuadro de, entonces, Paco López se le escapó entre los dedos. Un mes antes, después de eliminar al Villarreal en cuartos con un gol en el 120', se precipitó la renovación de un Morales que ya en aquel momento frenaba su ampliación. Pero al emoción desbordó, acabó firmando y el club barrió un problema bajo la alfombra que iba a volver a un año vista. Y tras la eliminación copera a manos del Athletic, también en la prórroga, con el objetivo de la permanencia más que encarrilado, el Levante empezó a tambalearse.

A partir de aquella fecha, dos victorias en los últimos trece partidos de la temporada, contra Eibar y Valencia en el Ciutat, para relamerse las heridas que la ilusión por alcanzar una final había dejado en pieles granotas. Lo que pocos se esperaban entonces es que el Levante empezara, al regresar de Ipurúa, una travesía de 27 partidos consecutivos sin ganar que sumirían al equipo en el descenso para abrir boca el curso siguiente. 27, todo un récord en el campeonato español. El levantinismo volvería a celebrar un triunfo en la jornada 20 de la campaña posterior, en enero y ya con Alessio Lisci en el banquillo. 

Antes, se había despedido a Paco López tras dejar vacío el cajón de victorias en ocho jornadas, y se había firmado a Javi Pereira con dos semanas de retraso y como apuesta del Área Deportiva, recién renovada al final de la temporada anterior, en plena cuesta abajo de resultados. Las diferencias entre Manolo Salvador, David Navarro y Paco López no desembocaron en cambio de ciclo y el de Silla no escapó de la vorágine ya iniciada. Despido, cambio de caras... pero no de rumbo. Quico Catalán, entonces sí, no solo tuvo que cortar la cabeza del entrenador antes de Navidad sino que también hubo de dar carpetazo a la segunda etapa de Salvador en el club. Junto a él, Navarro y Fajardo abandonaron la nave, y llegó Felipe Miñambres dos meses después, con el mercado de fichajes ya cerrado y una sola incorporación en un momento clave por escapar del descenso.  

Tuvo que intentarlo un Alessio que, junto a su cuerpo técnico, también realizó labores de director deportivo. Fue el propio preparador romano quien habló personalmente con Martín Cáceres, el único fichaje invernal, para explicarle un proyecto de dudoso futuro. El único objetivo, salvar los muebles. Como fuese. El italiano, con dificultades, levantó el rumbo pero no logró consumar lo que parecía un milagro. Miñambres, recién aterrizado, tuvo que tomar una de sus primeras decisiones de peso con el entrenador y propuso a Alessio ser Director de Metodología, proposición rechazada por el ahora técnico del Mirandés. Entonces hizo una criba, contrató a Mehdi Nafti y el inicio de temporada también fue para echarse a temblar. 

La remienda fue Javi Calleja y el resto, ya es historia. Llegó para enderezar el rumbo, estabilizó la convicción por el ascenso inmediato obligatorio para el club, pero terminó pinchando el globo en todo un 2023 tambaleante. Jugó con fuego, clasificó para el play-off, reforzó el segundo año de contrato que todavía hoy tiene vigente y cayó de penalti en el último minuto de la prórroga frente al Alavés, en el Ciutat, y a veinte segundos de darle sentido al próximo año. Lo que ocurrió fue un drama que cierra tres cursos de ultratumba en el Levante, con la concatenación de decisiones deportivas que han dejado a la entidad un año más en Segunda División. También en el suspiro final de una prórroga, igual que cuando empezó la caída en picado por aquella maldita eliminación copera.