VALÈNCIA. Justo el día del partido el presidente declaró que el Valencia está invirtiendo mucho esperando los frutos, bajo la idea de ser top en 5-10 años. Un canto al futuro. La espera ante lo que tiene que venir. La esperanza ante un gran tiempo. Me temo que ese es el mayor problema estructural: de tanto pensar en el futuro, se extravió -de nuevo- el presente. Como si tener una hoja de ruta completamente preestablecida fuera suficiente para ir sobrellevando los vendavales, convencido de que uno tiene razón frente a una tropa de agoreros insistiendo en que navegas a contrasentido.
Esa sensación en Milán de un grupo impávido ante la derrota, manteniendo el mismo manual de instrucciones ante un partido rumbo a la masacre, fue un buen símbolo. No cambiar nada ante la seguridad que, llegando como se llegaba al área italiana, la dirección era la acertada. El convencimiento virginal frente a una maldita realidad: en un partido de máxima apertura, el rival defendía igual de mal, definía mucho mejor. En todos los movimientos del encuentro, fueron ellos quienes delimitaron los tiempos.
De tanto pensar y pensar en el futuro, un olvido: el presente era ahora, el momento era éste, un equipo macerado durante un par de años para competir -de nuevo- al máximo nivel que, casual, conforme han ido pasando los meses se ha vuelto más y más frágil, menos competitivo. Mallorca, Getafe, Atalanta. Sin reacción ante el viento en contra. Un equipo, eso sí, que dispara mucho a puerta.
Un equipo tan reconocible en torno a virtudes contadas pero infranqueables como lo eran la seguridad, la previsibilidad, la certeza de su juego, se ha difuminado hasta esto: un equipo invertebrado. De tanto llegar y llegar y llegar, acabó sucumbiendo castigado por la misma vía por la que venía siendo advertido durante meses, como creyendo -otra vez- que bastaba con ser más alegres, más propositivos, con tener más ocasiones. Como también bastaba con cualquier funcionario al mando. O bastaba con laminar la conflictividad interna. Bastaba con prescindir de la complejidad. O bastaba, tan simple, con llevar la razón. Pero no, no bastaba. Quizá bastará ahora con engañarse fantaseando con otro pasado.
En la primera cita verdadera con el futuro, el Valencia se percató que se le había quedado por el camino el presente.