Un octubre de hace 13 años, el jugador de baloncesto más grande de toda la historia pisaba Valencia para presenciar la última prueba del Campeonato Mundial de Motociclismo que ese domingo se disputaba en el circuito Ricardo Tormo de Cheste. Michael Jordan y su séquito pasaron el fin de semana en la ciudad. Se alojaron en el hotel Astoria, aunque algunas fuentes aseguran que también reservó una planta entera del Parador de El Saler y de otro famoso hotel. El primer día, mientras la noticia corría como la pólvora, la leyenda del basket comía de menú en el restaurante Nederland 1814, muy cerca del hotel de la plaza Rodrigo Botet. Pidió el menú del día: ensalada, pescado y arroz. La cuenta, 15 euros por cabeza. Al día siguiente, Carlo d’Anna recibía una llamada en su Trattoria. Era el director del Astoria preguntándole si era posible que esa noche cerrase el restaurante para un personaje “muy famoso”. Él pensó en Flavio Briatore o en alguien relacionado con las motos. Carlo tenía esa noche dos mesas reservadas, una de ellas de ocho personas para Salvador Gascón, el propietario de Casa Salvador, en Cullera y otra de cuatro para el que más tarde sería presidente del Valencia, Agustín Morera. Carlo le dijo que no podía cerrar el restaurante, pero les garantizaba discreción por parte de las mesas vecinas. Media hora más tarde le confirmaban que un grupo de 24 personas cenaría allí esa noche. La única condición, que no hubiera prensa.
Carlo se fue a la subasta del pescado como cada tarde sin sospechar que el marisco que estaba comprando en la Lonja sería devorado horas más tardes por uno de los deportistas más importantes del mundo. A las 21:30 h. un taxi paró en la puerta de la Trattoria y entraron Michael Jordan y Charles Oakley, su compañero en los Chicago Bulls. Carlo pensó que se habían equivocado de restaurante. Tenía una reserva para 24 y eran solo dos, aunque por tamaño valiesen como cuatro españoles de talla media. A continuación llegó el resto. “Michael Jordan sostuvo la puerta mientras entraban los escoltas y las chicas de recepción del Astoria que se había traído para hacer de intérpretes. Solo se sentó una vez todos habían tomado asiento”, explica Carlo. El italiano explicó el menú degustación que había preparado para esa noche. Una vez servido el primer plato, a base de gambas y cigalas, una de las chicas se acercó a Carlo. “Michael quiere ketchup para las cigalas”, le dijo ante la cara atónita del napolitano. Pero los principios están por encima de todo, y Carlo no se amedrantó ante el metro 98 de Jordan. “Como hostelero, me niego”, le dijo al estadounidense con su desparpajo habitual. “Siempre tengo ketchup, por si algún niño pide, pero ¿ponerle ketchup a unas gambas frescas? Le dije que no. Menos mal que se lo tomó bien”, cuenta entre risas. “Le castigué por lo del ketchup y durante el resto de la cena, le saqué a él siempre el plato el último”, añade.