Opinión

El mayor portacontenedores del mundo, el MSC Pamela

Política riesgo

VALENCIA. Las sociedades más avanzadas del mundo se caracterizan, entre otras muchas cosas, por tener una determinada mentalidad financiera. Ninguna sociedad se moderniza ni avanza si el esfuerzo de su capital no es capaz de reconvertirse hacia las iniciativas empresariales que en cada momento representan el futuro de la competitividad. A la inversa, las sociedades son tanto más atrasadas y conservadoras cuanto más ciego es el criterio de su estamento financiero a la hora de interpretar las tendencias y de aprovechar las mejores oportunidades de futuro. Si bien se analiza, el PSPV tiene un serio problema de mentalidad financiera porque su capital orgánico acaba siempre inviertiendo en opciones que están condenadas a una muy baja rentabilidad electoral.

La estructura de poder real del PSPV no ha sido nunca su dirección política, sino una estructura anterior de proporciones internas que conforma su auténtico poder de dirección accionarial. Es imposible que la organización se transforme de acuerdo con los mismas pautas que el cuerpo social porque este sistema se ha dotado a sí mismo de un mecanismo de protección que se basa en el derecho no escrito de cada una de las partes a no ver nunca alterado el tamaño de su participación proporcional en el conjunto.

Esto explica a la perfección por qué cada vez que una dirección es puesta en cuestión, reaparecen los mismos mecanismos arbitrales que la vez anterior para decidir el modo en que debe reconducirse la situación, así como el hecho de que los cambios de dirección política se expliquen sólo en términos de recombinación del poder originario de cada una de esas cuotas de representación.

No existe demostración más contundente de la premeditada falacia del cambio que nos vendieron Alarte y Broseta, que las tan proclamadas campañas de afiliación de las que nunca se supo. Visto ahora en retrospectiva, es bastante lógico que para ocuparse de la ciudad Alarte escogiese a su antiguo jefe de contenidos: Salvador. Y ahora sabemos también que el larguísimo proceso de refundación de la ciudad no perseguía ningún otro objetivo aparte de su estacionamiento.

La situacion es que a día de hoy todos los indicadores que miden la salud de la organización en la ciudad han empeorado sustancialmente desde que Salvador es su secretario general. Lo único que él ha sido capaz de mejorar es su estatus, su salario y su situación personal. Esta es la única razón que podría explicar su aparente tranquilidad de conciencia y la expresión facial de impasible dignidad con que afronta las críticas por lo desastroso de la situación.

Alarte y Broseta son dos errores en cadena de una misma lógica de inversión. La apuesta fue audaz en la intuición del ultraconservadurismo orgánico y la fidelidad a los principios de la ley hipotecaria que iban a profesar estos jóvenes ocultos, pero el rendimiento electoral de la inversión ha sido más catastrófico y estrepitoso que el retorno obtenido del cortoplacismo inmobiliario.

Es materialmente imposible que la modernidad de liderazgo que la complejidad cultural y política de la situación valenciana demanda, surja de los criterios tradicionales de riesgo que hemos observado habitualmente en la selección de nuestros dirigentes.

Estamos tan sumamente alejados de la sociedad que cualquier liderazgo que se derive de nuestra cultura interna de organización y sus rituales, no sabrá competir en el entorno de lo social. El partido tiene abundantes referencias que podrían cubrir con solvencia, preservando su representatividad y sus rasgos ideológicos, dichos requerimientos.

Es probable que dichas referencias jamás alcancen el capital orgánico requerido para ello. Pero tal vez quienes sí dispongan de él debieran cambiar su política de riesgos y hacerse cargo de que más inversiones inmobiliarias llevarán a pérdidas incuantificables.

Si es que quieren, claro, seguir teniendo algo que invertir.

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