En su origen este artículo se iba a llamar Un día en la huerta, pero hacemos trampa y llegamos a los campos situados entre Paiporta y la pedanía de La Torre a unas cómodas 11 de la mañana. Hoy el sol cae con crueldad, el viento de poniente agita las hojas de acelga y los llauradors están ya camino al esmorzar. Putada. El calor se ha adelantado un mes. El calendario y la rutina por los aires: a las 6 de la mañana arando, parada antes del mediodía y cuando cae el sol, evaluación de daños. Planificación de la jornada siguiente, reparto de tareas, estrategia para el invierno y mañana más.
¿Vacaciones? Jamás.
Fanegadas en barbecho. Es casi julio y la tierra tiene que respirar y descansar. La mula mecánica ha hecho lo suyo removiendo la tierra de abajo a arriba. Si la cantidad de agua ha sido insuficiente, saldrán patatas pequeñas que no se venden, si ha sido excesiva, podridas. Pura ciencia. Un producto que se recoge dos veces al año y que si es de aquí, se vende casi en el mismo día. Sin lavar, sin almacenar y sin que venga de ultramar.
Mal año para la patata, bueno para la alcachofa. El frío moderado es un firme aliado. El 15 de agosto toca plantar, mientras, se siegan los troncos más castigados, se indultan carxoferes y se tizna el cielo con la quema de rastrojos y desechos.