VALÈNCIA. Los contratiempos eran evidentes antes de empezar el Derbi. La propuesta estaba muy condicionada, pero Paco López no cambió su identidad y murió con sus ideas. Valentía o suicidio. Entiendo a los que argumentan que había que inyectarle más músculo y serenidad con Vukcevic por un Rochina que rozó la expulsión antes del descanso, que había que retener la renta y no buscar a pecho descubierto el 3-1. Pero también hay otra realidad, que el partido cambia por el tanto en propia puerta del bigoleador Roger sobre la bocina de la primera parte y por un error fatídico de Miramón cuando el Valencia, que parecía haberse enchufado a la pelea con el 2-1, seguía a merced de la versión más intensa del Levante de la temporada, más constante en su esfuerzo incluso que en el triunfazo frente al Barça.
Duele perder así, da mucha rabia, porque delante saltó al verde de Orriols un muñeco roto, sin concentración, sin portero y que acabó remontando más por los deméritos granotas y esas adversidades en la retaguardia de arranque que se agudizaron que por sus virtudes. La lesión de Cillessen, la entrada de Jaume Doménech y, sobre todo, la reestructuración de Celades (del 4-3-3 inicial al 4-4-2) permitieron al VCF entrar en el encuentro, atacar de pleno a la evidente debilidad y creer en una reacción que parecía imposible con el doblete de Roger Martí. Llegó tarde el mencionado cambio para reforzar el centro de mando y cerrar las fugas que el escenario requería, ya con el 2-3 en el marcador, pero lo que no se le puede reprochar al equipo es su actitud e intensidad, una combinación que nunca desapareció ni con el marcador a favor ni en contra. Se escaparon vivos. Una auténtica pena.
Para un periodista como servidor, en un Levante-Valencia y viceversa aumenta la adrenalina y eres otro soldado más al servicio de la causa. Son días en los que encuentras más motivos de la cuenta, algunos que con cabeza fría serían impensables, para defender a capa y espada que el Derbi se teñiría de azulgrana. De esos partidos en los que el factor emocional, y más jugando en casa, reduce las diferencias y recuerdas que desde 2011 siempre se ataban puntos en Orriols. Una previa con corrientes de opinión para todos los gustos y con dos argumentos estrella que podían oler a excusas para minimizar el hipotético golpe: la maldición en el centro de la defensa de los anfitriones, con la ausencia de los cinco efectivos por lesión, y el encuentro blanquinegro de Champions de hoy en Ámsterdam con unos cuantos millones de euros en juego. Tanto antes del mal trago como ahora es absurdo darle más vueltas de las necesarias a la plaga de contratiempos sino buscar soluciones. En el campo, el Levante desafió al infortunio, con un Roger extramotivado, ‘on fire’, pero no supo finiquitar a un Valencia que reconquistó el Ciutat por una retahíla reconocible de mazazos: otro gol en una acción a balón parado, un pase atrás sin pies ni cabeza y un desajuste por un balance defensivo deficitario ante uno de los equipos que mejor domina las transiciones.
Una derrota así escuece, sobre todo por ir ganando 2-0 y aún más por quién era el rival. Ahora ya no tiene sentido mirar atrás ni lanzar pestes por esas fugas generadas por el exceso de atrevimiento. Hay que pasar página y cruzar los dedos para corregir esos fallos grotescos y que el gafe en la retaguardia no haga más estragos en lo que queda de competición oficial en 2019, antes del descanso por Navidad. Visto lo visto hay que estar preparado para todo. Tiene delito que sin Vezo, Duarte, Postigo, Cabaco ni Róber Pier, el Levante empezara el Derbi con Coke y Eliseo… y acabara con Vukcevic y Gonzalo Pereira porque el primero acabó en el hospital y el chaval del filial fue expulsado. Por cierto, la actuación de Medié Jiménez fue un despropósito. Horroroso para unos y otros tanto en actitud como en decisiones. Un árbitro cobarde que se hizo fuerte expulsando al más débil, al que debutaba en Primera rodeado de unas circunstancias adversas. Hay que ensalzar la actuación de un Eliseo que no se empequeñeció en un día tan señalado y ante tanto miura. Otro más que se sumó a la dualidad suicidio o valentía porque quizás debió ser algo más conservador con la amarilla. Pese a marcharse a la ducha antes de tiempo, el Ciutat terminó premiando con merecimiento su entrega.
Me alegra que el Atlético Levante, pese a que está sumido en una realidad clasificatoria preocupante tras cosechar en Badalona la cuarta derrota en los últimos cinco partidos, se haya hecho un hueco con Pablo Martínez, Eliseo y Gonzalo Pereira. Ojalá que esta triple alternativa no se quede simplemente en una solución de emergencia; tanto con ellos como con cualquiera que de ahora en adelante pueda disponer de esta oportunidad. Solamente dos más han debutado en Liga con Paco López desde el ‘B’: Fran Manzanara y Aly. Seguirán teniendo continuidad en Granada, en el cierre del año en casa contra el Celta y en el duelo de Copa en Melilla que debería abrir las puertas a más de uno. Pero no hay que confundir términos, Pablo, Eliseo y Gonzalo no son canteranos, no se han formado en la factoría de Buñol. Porque los tres llegaron este verano al Levante como incorporaciones para el proyecto del filial en Segunda División B.
Los números dicen que desde que el Barça con Messi claudicó, solamente se han podido amarrar tres puntos (los del triunfo en casa contra el Mallorca y menos mal que la madera y Aitor aparecieron en la recta final) de los doce siguientes. Con ocho goles encajados en los últimos 180 y pico minutos más por errores propios que por genialidades del rival. Del Derbi me quedo con esa garra de principio a fin que, por ejemplo, se quedó en el vestuario visitante del Coliseum en la segunda parte. La plantilla se lo hizo mirar, como así reclamaba Morales tras el batacazo en Getafe, y a ese espíritu hay que aferrarse. Por ese camino llegan los resultados positivos y las probabilidades de meter la pata con unos de esos fallos que se están repitiendo se reduce considerablemente. Aunque el Levante se ha frenado, de lo que estoy convencido, y es una gran noticia, es que la imagen de apatía de la derrota contra el Espanyol ha quedado en lo olvido. En los últimos reveses no he vislumbrado signos de esa dejadez ante los pericos que el Ciutat penalizó con pitos.
Problemas de lesiones al margen, no es la primera vez que una renta favorable se va al garete. El dichoso equilibrio. Una plantilla descompensada. La búsqueda de esa estructura sin grietas. El Levante brilla del centro del campo hacia arriba y sufre atrás y lo paga. Es el eterno debate con Paco López, blindado hasta 2022. Una identidad definida por la que se ha apostado con todas las consecuencias y que está en las antípodas de sus predecesores. Si había que caer en el Derbi, mejor con este ideario valiente (o suicida según como se mire), aunque tenga que resignarme a seguir subido en esa montaña rusa de emociones, de imprevisibilidad, de vuelcos de éxtasis y desastre, de concentración y desajuste, de intensidad y apatía. Suena a kamikaze, pero prefiero esos vaivenes que proferir azotes hacia el estilo de un entrenador que es el primero que quiere enterrar ese desenfreno de sensaciones que a día de hoy pueda resultar una misión imposible. De haber ganado el Derbi, seguro que no habría dudas entre valentía o suicidio.