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opinión pd / OPINIÓN

Vender el alma

26/01/2021 - 

VALÈNCIA. Ya se dice muy claramente: lo malo de la ignorancia es que se coge confianza. Y luego ya no hay quien te pare, porque la propia ignorancia no tiene límites y la inteligencia sí. Algo de esto me lleva a pensar, una y otra vez, en Meriton y en el secuaz presidente que nos metieron con calzador, sin conocimientos de fútbol, ni de gestión deportiva, ni económica. Solo un exdiplomático, de virtudes varias: políglota, dispuesto a la servidumbre gozosamente (bueno, mientras le llenen los bolsillos hará lo que sea y como sea), encantador de serpientes, pero ciegas, porque las videntes no se creen ni una de él; showman, con extravagancias como mandarte callar cuando menos te los esperas y eres tú el cliente que ha pagado; futurólogo, capaz de ver a un equipo rozando el descenso como ganador de la liga en diez años y usando la evolución de esta plantilla como garantía, cuando en dos años de todos estos no queda ni el polvo en ese vestuario; y, sobre todo, gran catador gastronómico valenciano. Y seguro que me dejo más virtudes por ahí, pero es que son tantas que es fácil dejarse alguna. Con ese Currículum se me hace difícil no ser presidente del Valencia CF, la verdad; y te digo más: no sé por qué motivo la gente no le quiere, incluso los representantes más afines a la entidad comienzan a estar hartos de sus gestiones. Incomprensible, ya que su gestión se diferencia de otras por sus continuados éxitos, en los despachos y en el campo. Deberíamos estar dando gracias a Meriton por habernos premiado con semejante figura, de la que somos indignos estos malditos valencianos, falsos valencianistas, que rechazamos, entre otras cosas, movidos por el odio a otras razas, a otras culturas. No sé cómo el gobierno español no ha cortado esto de raíz y les ha recompensado exiliando a estos insolidarios que no saben valorar la magnanimidad de Peter Lim y de su enviado a este mundo del fútbol, Anil Murthy.

No somos capaces de entender que todas las decisiones que han tomado hasta la fecha, excepto una, ha sido un desastre. Porque no sabemos ver que la palabra desastre precede a la palabra éxito en el diccionario. Ciegos que estamos todos y todas aquí. No entiendo cómo no nos damos cuenta. En cambio, la mejor decisión, que fue traer a Mateu Alemany, en verdad era veneno, que nos dio un proyecto fiable, financiero y económico, ilusorio, porque son títulos para hoy y hambre para mañana. Y Peter Lim, como Lao Tsé, no quiere darnos un pez para que comamos, sino enseñarnos a pescar, para que tengamos futuro. Y él, de paso, coma fácil del manjar que le preparamos. Porque ser un salvador es lo que tiene: al final, por un gesto te están toda la vida agradeciéndolo siempre. Y de ahí a la servidumbre solo hay un paso: cuando el reconocimiento se convierte en sometimiento, el respeto en poder impuesto y el acatamiento en silenciamiento bajo pena de ser condenado o reprendido. Muchas veces un héroe se acaba convirtiendo en tirano.

Si me dices: “es que ficharon bien y han venido mucho mejor, al menos al principio”. Bueno, ficharon poniendo dinero y así también ficha mi sobrino, que está todavía relamiéndose los puños cuando mira los dibujos animados en la televisión. Luego, vendieron en el momento aquel en el que muchos clubes y algunos representantes ávidos convirtieron esto en una paraeta, en un quiosco, donde se vendía hasta la grasa de las persianas. Cuando la operación era más complicada, ya perdíamos dinero por el camino, hasta tal punto en que se ha aumentado la deuda, pero tenemos muchísimo peor equipo, estamos al borde del descenso, no tenemos campo nuevo y, para colmo, no tiene pinta de que vayamos a tenerlo. No lo vemos, lo reconozco Anil: no somos capaces de ver esa magia vuestra, que transforma todo en oro, como el rey Midas. Se me olvidaba: el pobre rey no podía ni amar, porque todo se convertía en oro, hasta que, amargado, vio acabar su vida solo y desesperado. Es una historia triste, trágica. No lo olvidemos, porque de eso se trata: de no ser tan ignorantes como para darle la espalda a las muchas cosas que nos enseña la historia y sus relatos. Y Meriton quiere reescribir la historia del club, inventarla, darle su toque personal. Y lo ha hecho: lo está haciendo, pues la está oscureciendo, día a día. Pero es cierto que los elementos les sonríen: maldecirá todo lo que quiera Meriton esto del COVID, pero si no fuera por el virus, su estancia aquí ya sería problemática, arisca.

No lo vemos, no somos capaces de ver que recuperar al bueno de Piccini es fichar a dos jugadores. Y así cumplen su palabra de reforzar el equipo con un lateral y un mediocentro de garantías. Torpes de nosotros, que ignoramos de qué modo la benevolencia de Lim, la santidad de Murthy y la divina gestión de su mano y su palabras batizinera nos han de conducir por el camino del éxito, de la seguridad económica e institucional. Y mientras vamos despertando de nuestra ignorancia, de nuestra corta óptica iremos sufriendo cómo la degeneración nos va arrastrando a un desastre que ni técnicos ni jugadores logran detener del todo: frenan el impacto, porque son honestos, pero no lo paran de momento. Despertaremos, camaradas de desventuras futboleras, y entenderemos el plan divino de Meriton. Entonces ya no habrá Valencia CF, ni nos quedará nada a lo que acogernos, nada más que a nuestra extraordinaria naturaleza de regenerar las emociones y los afectos, porque estamos habituados a levantarnos de las cenizas y así lo celebramos siempre a lo grande, en marzo, mes de la creación centenaria del club y de nuestra fiesta de la luz, del sonido y del color. Para entonces nos despertaremos y lo veremos con claridad: con extraordinaria y evidente claridad. Sabremos entonces, qué quiso Peter Lim, qué hizo Murthy a su servicio y qué callaron quienes hicieron que el Valencia les rezara su salve y les vendiera hasta el alma. Lo mejor, es que el alma del Valencia ni tiene acciones, ni presidentes, ni máximos accionista, sino fieles valencianistas. Quien no quiera verlo, es que es muy ignorante o tiene demasiada confianza en que cree saber o ver más de lo que sabe o ve.

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